Para colmo, aficionado como es al internet, asumió como propia la consigna -que nada tiene de terrorista, pero sí de reto cívico- de no ir al Grito para dejar solos a los políticos y que supieran que nada más provocan hartazgo- y la noche del 15 se quedó en casa y no salió a gritar -ladrar, para ser exactos- el tradicional “¡Viva México!”, aunque sí fue al otro día al desfile.
Allí estuvo a la altura -como siempre- y adoptó una actitud respetuosa al paso de la bandera nacional y observó en detalle el paso de los contingentes. (si lo duda puede ver en mi blog www.oscardavismtz.blogspot.com algunas fotos que pidió le tomáramos).
Aclaro que allí parece un perro normal, porque pidió que le pusiéramos la correa, no como señal de que se sometía -siempre será un perro rebelde- sino para enfrentar la intolerancia e incomprensión de la gente, que si lo ve libre como siempre anda podría haberle dado una patada o arrojarle algún objeto, lo que no ocurre cuando ven que el “amo” de la mascota va a un lado.
Total que disfrutó del desfile, pero fue muy crítico con una escuela cuya banda de guerra iba vestida de uniforme militar de campaña, como si con eso se pusieran a la moda o hicieran méritos, sin darse cuenta de la enorme tontería que eso significa.
Por supuesto, dijo que los niños así vestidos no tenían la culpa, sino Calderón -así dijo- quien pocas horas antes había dicho que la democracia en México estaba en peligro.
Al terminar el desfile -Pingo se retiró antes de que apareciera el contingente de charros, por aquello de no quedar, literalmente, entre las patas de los caballos- el inteligente animal -en realidad ni tan animal- buscó un árbol (no precisamente para refrescarse a su sombra) y luego escuché que comentaba con otros de sus congéneres que por supuesto, la democracia en México estaba en peligro, pero precisamente por culpa de quien lanzaba la alerta, que con el poder en sus manos para revertir esa situación, había hecho lo posible en cinco años para dañar el sistema que lo encumbró y que le permitió ser lo que es.
Pero dijo que en segundo lugar la culpa era de los mexicanos, que al no ir a votar permiten que las minorías que se disputan el poder puedan ganar con unos cuantos votos manipulados, de la gente que se beneficia de los programas de Sedesol y otros subsidios, y que se dejan utilizar así por un plato de lentejas.
Como pueden ver, otra vez el Pingo estaba enojado. Y ya no hay espacio para seguir narrando, por lo que mejor nos leemos mañana.