Y lo digo porque ayer se desquitó conmigo, luego de que los dos últimos días no le di espacio para que expusiera los métodos que dice debe aplicar para que la ciudadanía despierte y se cuide de los destrozos que hacen los políticos, quienes controlan vidas y haciendas y a través del endeudamiento están comprometiendo el futuro no sólo de nosotros , sino de nuestros hijos, nietos y bisnietos.
Pero regreso al punto: Pingo señala que los ciudadanos somos cada vez más conformistas y apáticos en la atención de los asuntos públicos ye so le ha dado manos libres a los que gobiernan, que sólo necesitan unos cuantos subsidios –llámese Oportunidades, 70 y Más o el nombre que usted quiera usar para esos ”programas sociales”- y muchas tortas cada tres años –el día de la elección- para perpetuarse en el poder, gracias a que sólo vota una minoría.
El problema es que Pingo considera esta columna su espacio de manifestación, su ventana propia, y como se la he negado por dos días, el muy maldito –sostengo lo dicho- se desquitó ayer de su atento y seguro servidor.
El infeliz animal se aprovecha de que –entre otras gracias- sabe abrir puertas y abrió la de mi recámara, justo en el momento en que estaba descuidado en la sala ayer por la mañana, muy temprano y… fue y se orinó en la cama. No una, sino dos o tres veces.
Su marca quedó bien puesta, como amenaza para la próxima vez que no le dé voz. Aunque pudiera ser vergonzoso contar lo que hizo, en realidad doy testimonio para que los políticos se pongan a temblar: si eso le hace a quien le compra sus croquetas ¿qué no cosas no pensará para esos seres a los que tanto odia?
Que se pongan a temblar.
Pero eso sí: maldito perro.