Pero el señor también llegó temprano y pude acercarme a saludarlo, aunque luego de numerosas entrevistas que le hacían de radio y televisión.
Fue muy amable, lo recuerdo muy bien.
Lo fue también al despedirse de este mundo a través de su columna Plaza Pública, donde dijo adiós con todas sus letras pero antes describió la sociedad en la que vivimos, sobre todo lo relativo a la política, y dijo que hay esperanzas.
Si alguien en la antesala de la muerte dice eso, debe tener razón.
Así es que los que nos quedamos un tiempo más, como ciudadanos, debemos asumir el papel que nos corresponde, a fin de crear esas esperanzas, que no sólo son para nosotros, sino para nuestros congéneres, especialmente para aquellos que no se pueden defender, ya sea por su edad (muy jóvenes o muy viejos) por su condición física o porque viven atrapados en las garras de la televisión y los sueños de opio que les vende.
De nosotros depende, de nadie más, porque quienes gobiernan siguen obsesionados en pensar que hacen las cosas bien, a pesar del tiradero que los rodea.
Gracias a Don Miguel Ángel Granados Chapa, donde quiera que esté.