El mismo efecto han ocasionado la mayor parte de los legisladores locales, luego de dos años de excesos y abusos de todo tipo.
Aunque detallar es innecesario porque pocos se salvan de la quema, hay extremos como el de Omar Guerra Melgar, quien desde su posición de poder dentro de su bancada fue uno de los que más contribuyó a la falta de resultados de la Legislatura, ya que bloqueó constantemente todo tipo de trabajos, con tal de que se hiciera su soberano capricho.
Él, ex presentador de televisión, llegó al cargo gracias al hartazgo que generó la campaña ostentosa de la hoy directora del Instituto de la Mujer. O sea, cualquiera que haya sido el candidato del PRI en el cuarto distrito local habría ganado.
Los votos no fueron contra él, sino contra Adriana Vieyra. Sin embargo, Guerra Melgar ha actuado como si tuviera tras de sí el consenso ciudadano y ha usado tal atributo inexistente, pero a grados de derroche. Y aunque va a buscar otro cargo de elección, no podrá quitarse la responsabilidad, ya que como representante de la bancada mayoritaria –insisto- pudo influir e influyó en muchas de las barbaridades cometidas en este tiempo, que no es poco.