Me refiero a Pingo, un perro de raza “maltés mexicana” que vive en la casa de ustedes y que por alguna extraña razón de repente dio muestras de extrañas capacidades, las cuales comencé aquí a reseñar hasta que él se dio cuenta y tomó parte activa. Demasiado activa, diría yo.
Y no entró solo a esta columna, sino que invitó a extraños personajes, como una iguana verde que también vive en la casa de ustedes y tiene como afición principal comerse las flores de mi tulipán.
Y hasta una luciérnaga (que por culpa de Graco perdió la vida hace algunos meses) ha formado parte de las aventuras de Pingo, un perro que -debo admitirlo- es más listo de lo que parece y de ser un simple animal curioso se transformó en un cuidadoso investigar de la vida humana, lo que le llevó a descubrir que nosotros estamos sometidos a unas criaturas perniciosas, que controlan nuestras vidas y hacen con nosotros lo que quieren y los dejamos como si no fuera importante.
Desde ese hallazgo, se ha pasado la vida lanzando llamados de alerta, “para que despertemos”, aunque a veces se cansa de nuestra indiferencia.
Dice que esos seres carentes de alma y de escrúpulos están a punto de acabarse lo que tanto costó tener en este sufrido país y que –si lo logran- no sólo los humanos sufriremos, sino el resto de los seres, como él, que es perro y por lo mismo se considera el mejor amigo del hombre. Y no cree –por mucho que he tratado de explicarle- que los políticos sean humanos, sino de una raza distinta y depredadora.
Además afirma que en este 2012 que apenas comienza esos políticos se preparan a darse un muy buen festín. El pobre hasta caníbales se los imagina, por lo que vive en la constante preocupación, no por él –que en un descuido puede terminar en la mesa de un taquero- sino por sus amigos los humanos.
Por so promete dar mucha, pero mucha guerra en este nuevo año. Dice que sus buenos propósitos –que me pidió no revelar, para que los políticos no se confíen- serán demasiado buenos. Y piensa conseguirlos.
Así es que, señores políticos, por favor, pónganse a temblar.