Es obvio que son efectos de los cambios que hemos provocado en el medio ambiente, sobre todo por la tala inmoderada a que se ha sometido nuestro territorio.
La construcción indiscriminada de pequeñas casas de interés social donde antes había campos de cultivo o extensiones llenas de vegetación ha elevado la temperatura y dañado los drenajes naturales que llevaban el agua de lluvia a hacia ríos y barrancas, que a su vez se han azolvado o estrechado su cauce por las construcciones que las autoridades corruptas han permitido.
Me pregunto qué debemos hacer para que la gente entienda que ya no podemos derribar árboles. En mi caso, he sembrado miles de ellos. La gente puede disfrutar de su sombra y del ambiente que crean, porque la mayoría tienen troncos y copas enormes y forman parte del encanto que distingue a Cuernavaca.
Pero hay grandes zonas que no tienen ni un solo árbol.
La llegada de la época de lluvias hace que debamos planear las acciones de reforestación que permitan recuperar parte de la flora perdida. Los árboles necesitan muchos años para crecer y, mientras son pequeños, muchos cuidados.
Por eso debemos comenzar acciones firmes para repoblar nuestros campos y cerros, a fin de recuperar un recurso tan valioso como lo es el medio ambiente.