Hay argumentos fuertes y sólidos para incurrir en esas prácticas. La principal es la falta de buenos candidatos. Pero promover la abstención es encaminarnos más de prisa hacia un gobierno más autoritario que el actual, con la capacidad otorgada por los abstencionistas de reformar las leyes a su antojo, sin remordimientos ni nada, a fin de quitar los pocos derechos sociales que subsisten.
Y no lo digo de oídas. Tan sólo en Morelos las mujeres ya no tienen derecho a decidir sobre la interrupción del embarazo, aunque sea por causas médicas. O sea que si no se mueven a una entidad como el D.F., pueden perder la vida a causa de un embarazo de riesgo. Son las consecuencias de perder un derecho social que se creía firme y seguro y nadie defendió.
Y cuando los políticos comprueban que la gente se abstiene, reciben el mensaje de que la gente no está dispuesta a defender sus derechos, porque seguirá en esa pasividad. Y de allí a un gobierno autoritario no hay más que un paso.
Por supuesto, es lo que pienso. Usted quizá tenga más argumentos para defender la posición contraria, pero lo invito a contrastarlo con experiencias de otros países o con nuestra propia historia.