La primera por tener que obligadamente hablar de cosas que no tienen nada que ver con la realidad y además, para negar a ésta (a la realidad) y todavía fingir que es bonita.
El segundo porque se ve en la necesidad de decir una sarta de tonterías, muchas, y además señalar cosas que quien le maneja no lo hace ni lo puede hacer.
El debate de ayer no creo que haya aportado algo más que la ratificación de que los cuatro candidatos son lo que son y no pueden cambiar, para bien o para mal.
Sólo queda esperar al primero de julio, una fecha que está tan cerca que ya deseo que llegue.
El país cambiará drásticamente, con independencia de quién gane. Por eso, ya quiero que sea 2 de julio.
Mientras, trataré de olvidar muchas de las cosas que ayer se dijeron en ese debate.