Sin embargo, las autoridades se niegan a tomar el toro por los cuernos, ya sea a nivel estatal o municipal. No hay límite para vender alcohol y si alguna restricción se impone, sólo es aplicable a los negocios del primer cuadro de pueblos y ciudades, porque en la periferia los que antes eran sólo expendios para vender alcohol hoy son centros de reunión de borrachos. Y los pretextos sobran.
En Cuernavaca, las presiones de los que viven de vender alcohol han impedido que entre en vigor el llamado "alcoholímetro", que no castiga a los que se emborrachan, sino sólo a los que conducen un vehículo bajo el influjo de la bebida. No hay restricción a consumir. Pero ni los beneficios ya probados de tal medida han hecho posible que se aplique.
Hasta en el último rincón de Morelos han forma de conseguir bebidas embriagantes. Y en casi todos los sitios se pueden consumir a todas horas en la calle o donde sea.
Todo mundo tiene derecho a emborracharse, pero también todo mundo tiene derecho a estar protegido de las conductas públicas de los borrachos que se salgan de control. Lástima que sólo el primer derecho se aplique, y con total amplitud.
El Poder y La Gloria
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Derecho a ser borracho
Una parte de la delincuencia común tiene un foco de origen muy claro en el desmedido consumo de alcohol. También los accidentes automovilísticos. Una parte de los robos a tiendas de autoservicio incluye en el botín por lo manos un paquete de cervezas y alguna botella de otra bebida.
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