Las manifestaciones de dolor que el viernes, sábado y domingo se vivieron en las redes sociales y en las calles de la ciudad de México tuvieron como factor común el despedir a "un gran artistas", como le llamaron aquellos que confunden tal denominación para quien en relaidad fue un personaje entrañable, presente vía los únicos canales de televisión en todos los hogares mexicanos a lolargo de varias décadas.
El gobierno ya quería que los ciudadanos con conciencia se regresaran a sus casas y que salieran a mostrarse todos aquellos que fueron educados por la tele en los conceptos de "arte", "calidad" y "noticia", a fin de contrarrestar a las marchas de los primeros y demostrarles que no son la inmensa mayoría.
Y pues esa mayoría de gente dispuesta a vender su voto, a creerse todas las cosas que les dicen en los noticieros de "horario estelar", a reír y a llorar con las telenovelas que tan bien pagan a sus protagonistas, todos ellos, no son la nación mexicana, pero para las autoridades son "el pueblo".
Ojalá que para honrar la memoria de su héroe, todos aquellos que llenaron las redes sociales con moños negros se atrevan a leeer libros y periódicos. Así distinguirán la enorme fuerza de sus recuedos infantiles, el enorme cariño por las figuras que les hicieron reír y pondrán todo en su justo lugar.
Por lo pronto, la estrategia, si es que lo fue, funcionó: la indignación por los desaparecidos y por los presos políticos pasó a un segund plano, justo lo que querían quienes ya no soportaban la presión de la sociedad indignada, que no es mayoritaria pero allí está, vivita y coleando, por fortuna.