Los asesinos tenían el rostro cubierto y alcanzaron a escapar, pero pocas horas después la Policía ya los había identificado y a la hora de escribir esto trataba de localizarlos.
Ese fue el atentado más grave en décadas en aquel país. La gente salió a la calle de manera espontánea para expresar su solidaridad con el medio atacado, famoso por la dureza de sus contenidos satíricos.
Como ha ocurrido en otras ocasiones, las fuerza de seguridad terminarán por atrapar a los culpables, tres jóvenes franceses radicalizados en su islamismo.
En México, en cambio, decenas de colegas han sido asesinado y las autoridades han hecho tronantes declaraciones que en los hechos no tienen equivalencia.
Ojalá que sirviera de ejemplo ese manejo de la crisis francesa.
Demasiada impunidad y demasiado descuido rodean ya los crímenes cometidos contra el gremio, que se ha limitado -nos hemos limitado- a gritar frases con mala sintaxis ("prensa, no disparen)- que por lo mismo no encuentran eco en la población a la que infructuosamente quisiéramos alentar y unir a la causa.