A partir de ayer los candidatos a un hueso no se pueden promocionar, pero los partidos políticos sí pueden publicitar sus plataformas. Aunque ninguno las tiene, de todos modos hallarán la forma de hacer ruido y mantenerlo hasta el 20 de abril, cuando formalmente empiezan las campañas.
Por lo pronto, todos esos rostros sonrientes que ofrecen el sol, la luna y las estrellas dejarán de aparecer, mientras acopian fuerzas para resurgir con todo en poco más de dos meses.
Ese tiempo los ocuparán los partidos en dirimir todos sus conflictos internos, que son muchos. Quizá demasiados.
Mientras, los partidos pequeños preparan las redes para llenarlas de peces chicos y uno que otro gordo, por obeso.
Los que aspiran a ser candidatos independientes, que ni ruido hacen -son tan poquitos- deben estar entretenidos con los miles de trámites que deben cumplir antes de llegar a la ventanilla del Impepac para que los rechacen. No creo que se merezcan una medalla al valor, sino un diploma con letras doradas en reconocimiento a su ingenuidad, ya que nadie en su sano juicio pensaría que los partidos políticos perderían voluntariamente el control del acceso al poder.
Lo que hemos visto del proceso electoral muestra claramente que las cosas siguen como hasta ahora, sin más cambios que aquellos que favorecen a los políticos, como el poder hacer campaña o precampaña sin renunciar a su cargo actual.
Y todavía quieren que los aplaudan.