En este caso me refiero a la ola de asaltos a autobuses que comunican Cuernavaca con la zona sur de la entidad. Por lo general, a su paso por Temixco -ya sea por la carretera federal o por la autopista- al menos dos delincuente se paran de sus asientos y someten a los pasajeros y al chofer, a los que dejan sin dinero ni aparatos.
Ya ocurre todos los días, es parte del riesgo de buscar el pasaje más económico. El resultado resulta doloroso para las víctimas, no en dolor físico -aunque a veces así ha sido- sino en el dolor de la perdida de sus escasas pertenencias y su escaso dinero.
Las autoridades no tienen la culpa de que haya asaltos, es imposible poner a un policía detrás de cada ciudadano, pero sí tienen la culpa cuando ese tipo de incidentes se convierten en algo regular, como si fuera lo más natural del mundo que uno tiene que sufrir un asalto.
Es otra de las extrañas normalidades a las que nos hemos acostumbrado, como el hecho de que aquí el transporte y muchos servicios sean mas caros que en cualquier otra parte del país.
O que los maestros de Inglés en las escuelas públicas no sepan hablar Inglés. Todo es tan natural, que da miedo que las cosas no cambien.
Por supuesto, al final dicen que los ciudadanos tenemos última la palabra, aunque aquí siempre ha sido una palabra de conformidad, resignación o aceptación, o de placer masoquista.