Hace poco menos de doce meses el gobierno federal vivía en el triunfalismo desatado por las reformas fiscal, educativa y energética. No escucharon las voces de aquellos que decían que cambiar lo que cambiaron afectarían en gran manera al país.
Así como Felipe Calderón ganó tramposamente la presidencia de México bajo el señalamiento de que su principal rival era un peligro para México, no fue necesario que pasaran muchos años para descubrir que le era el verdadero peligro, a niveles inimaginables.
La guerra sangrienta que comenzó de manera irresponsable aún no acaba.
Cuando ganó Peña Nieto, sus críticos -muchísimos- señalaron que el PRI sólo sabía endeudar al país.
Menos de tres años después esas palabras se han cumplido.
Una cosa es no saber escuchar y otra es no querer hacerlo.
Por mucho que paguen campañas en las redes sociales y gasten enormidades en la compra de anuncios en la tele, todo se reduce a escuchar a los que saben cómo hacerlo.
Pero escuchar no es un privilegio de cualquiera, y estos señores que gobiernan carecen del don.
Por eso es que elaboraron sus listas de diputados plurinominales con todo menos con sensibilidad.
En Morelos hemos tenido diputados iguales o peores que Carmen Salinas, pero rara vez tenemos mejores.
Ella y todos los que serán diputados federales o locales tienen el derecho a votar y ser votados, pero abusan del privilegio.
Creo definitivamente que las diputaciones plurinominales, en cualquiera de sus presentaciones, deberían ser eliminadas. Ya sé, ahora no se puede, si acaso para dentro de tres años. Pero de que sobran, sobran.