Podrá deshacerse el país en un temblor, pero las percepciones de las ladillas que controlan el poder se mantendrán intactas.
Ladillas, piojos y demás especímenes chupasangre tienen más dignidad al ejercer el papel que les asignó la naturaleza que quienes pueden ser descritos con esos nombres pero usan la superioridad temporal que les da el puesto para disponer de los recursos colectivos en su favor.
Ayer acudí a realizar un trámite en una alcaldía de la zona sur y mientras así fila en la ventanilla de la tesorería para pagar, comenté en voz alta que hacía tiempo que no visitaba ese lugar y pregunté cómo estaban distribuidas las oficinas y que funciones se realizaban allí.
Alguien me dijo donde despachaban el alcalde y los regidores, pero otro espontáneo agregó "pero ni vaya, nunca están".
Porque salvo excepciones, quienes tienen u buen trabajo pagado con los impuestos todavía se dan el lujo de incumplir sus funciones.
Es el colmo, pero nosotros tenemos la culpa.