Sería gracioso si no resultara trágico la defensa del gobierno mexicano ante las acusaciones de que todas las corporaciones policiacas torturan.
Esa es la terrible herencia de Felipe Calderón: el deterioro acelerado de la sociedad que los mexicanos construimos durante casi un siglo, que estaba lejos de ser perfecta pero a partir de la cual aspirábamos a construir algo mejor.
Sin embargo, las cosas empeoraron y regresamos al pasado más tenebroso, de la mano primero de ese panista, cuyas creencias deben tenerlo muy asustado, porque para él el infierno existe y para allá se irá en su debido momento.
Quizá le sirva de consuelo que trabajó afanosamente para construirnos nuestro propio infierno en la tierra.
Pero hoy toca de nuevo buscar el cielo, o construir lo que más podamos del paraíso que siempre soñamos y que se ha alejado.
Las utopías se quedaron en eso, pero creo que llegó el momento de comenzar a tejer ideas. Prometo dejar de quejarme y buscar aportar algo a la discusión necesaria para rescatar los derechos que en ocho años nos han arrebatado panistas y priistas.