Y el efecto fue el mismo que provocaron, por ejemplo, los vecinos de Acapantzingo que protestan por la ampliación del libramiento Cuernavaca: que el derecho al libre tránsito fuera, una vez más, coartado.
Aunque es un trabajo para mejorar la infraestructura, su ejercicio resultó demasiado caro para un no tan pequeño grupo de ciudadanos, justo los que quedaron atrapados en el tráfico.
Vivir en un estado de Derecho, como dicen los abogados, incluye que los derechos de todos se respeten. Que una persona tenga la certeza al salir de su hogar que llegará en el tiempo más o menos planeado a su destino y que sólo cataclismos o causas de fuerza muy mayor alteren su vida.
Sin embargo, aquí las cosas ya no son así. Lo mismo unos técnicos poco precavidos que casi cualquier persona pueden atribuirse la potestad de impedir el paso por calles y carreteras.
Si eso altera la vida de los vecinos, imagine usted lo que causa en aquellos que vienen a Morelos de visita o sólo cruzan de paso nuestro territorio.
Y esa no es una buena fama, ni nunca lo será.