El mundo sería mejor con tanta gente educada como parece que existe, pero es un espejismo que conforme avance la campaña se difuminará para dar paso a la realidad.
Pero así como me llama la atención toda esa hipocresía, también lo hace la solemnidad con el que los integrantes de los equipos de campaña se comportan, especialmente en los partidos chicos y en los nuevos.
Creen que estar tiesos -aunque eso sí, muy amables- es sinónimo de responsabilidad. Pero no, no lo es.
Los candidatos a cualquier puesto de elección participan en al construcción de un capítulo importante de la Historia en la que seguramente pasarán desapercibidos, porque hasta ahora proponen lo mismo de siempre, con los métodos de siempre y la falta de convicción de cada proceso electoral.
Si encontraran la fórmula para dirigirse a la ciudadanía, podrían cambiar los resultados de la elección, que ya hablan de un enorme e inobjetable triunfo para el partido abstencionista.
Eso ayudaría a construir una mejor sociedad y más de un nombre hoy destinado al anonimato podría terminar inscrito con letras de oro y no, como ahora, aspirar simplemente a las páginas de la ignominia, donde quedaron bien grabados los nombres de todos los que han robado a manos llenas y gozan de total impunidad. Bueno, hasta Gustavo Rebolledo ya es candidato otra vez.