En las redes sociales alcancé a leer que alguien puso que me quedé corto en lo que dije. Y no lo niego, pues la falta de espacio obliga a ser conciso.
Sin embargo, el tema no debería quedar allí: el trabajo de periodista vive horas muy bajas. Los que desempeñamos esa profesión estamos opacados en gran medida por los suplantadores, de los que hay muchos tipos y tamaños, aunque al final todos son lo mismo.
Para colmo, hoy el auge de las redes sociales hace creer a la gente que cualquiera puede ser periodista, y llaman periodismo a comunicar con mucha oportunidad un suceso -del cual se agradece ofrezcan detalles- pero no lo presentan con un contexto más amplio. Hemos aceptado, los periodistas, que el ciudadano nos gané en difundir noticias, pero no nos hemos preocupado por cuidar en superarlos en la técnica para narrar lo que ocurre en nuestro alrededor.
Los suplantadores del gremio carecen de capacidad de redacción, pero también hay muchos colegas auténticos que son incapaces de aprenderse las reglas de acentuación y muy dados a copiar tal cual los boletines de prensa a la hora de hacer su trabajo.
Creo que la dignificación de nuestra labor pasa por la profesionalización y el aprendizaje de lo que se supone se enseña en las aulas.
En la calle, quizá sea hora de dejar por la paz esos "chalecos de periodista" y volver al mundo que existía antes de que el gobierno regalara al por mayor esas prendas. Hoy cualquiera se pone un chaleco y ya dice que es periodista y le creen.
Hoy no es un día de inspiración para mi y no encuentro las palabras precisas, pero aún así deseo abordar de nuevo el tema.
No creo que haya un debate, pero a estas alturas alguien debería percatarse de que la profesión está en cada vez peores condiciones.