En los tiempos actuales ese acto ilegal e inmoral ya no es tan difícil porque la vida de cada ciudadano está en el feis. Sin embargo, no deja de ser escandaloso e injustificable que se gaste dinero en esas cosas cuando hay tantas prioridades sin atender.
Estoy seguro de que a pocos les ha importado el tema, como un reconocimiento de que nos hemos rendido a los excesos del Estado mexicano, que lo mismo nos espía descaradamente que privatiza el petróleo, deja de financiar la enseñanza pública o quiebra las finanzas nacionales con sus malas decisiones y derroches.
Renunciar a nuestros derechos ciudadanos nos ha costado muy caro. En Morelos, durante los peores momentos de violencia en la administración de Marco Antonio Adame Castillo decidimos aceptar los abusos de las fuerzas castrenses y policiacas con tal de que la ola de crímenes que aterraron a la entidad después de la muerte de Beltrán Leyva. Sin embargo, esa aceptación tuvo un precio muy caro, porque las fuerzas que en teoría nos defendían cometieron excesos que llegaron hasta el homicidio.
Una parte muy pequeña pero muy valiente de la sociedad de movilizó a raíz de la muerte de Jehtro Ramsés Sánchez Santana y eso permitió poner orden en las fuerzas -irónicamente) del orden y frenar los abusos.
Pero fue hasta que ocurrió algo irremediable.
Ojalá que, antes de que los acontecimientos se salgan de control, los mexicanos seamos capaces de usar los caminos institucionales para decirle a los políticos que se están sobrepasando.
En mi caso, este texto quiere ser mi contribución a la causa.