Y eso le pasa a cualquiera, especialmente a los que disfrutan de jugosos salarios y prebendas insospechables para los ciudadanos comunes y corrientes y que se exhiben con descaro, al creer que todo lo que tienen es producto de su esfuerzo y no de un saqueo institucionalizado del patrimonio público.
Tal es el caso de los delegados federales, y de algunos en especial, como Guillermo del Valle Reyes, que al menos desde hace años no ha tenido un trabajo honrado, pero en cambio se da una vida regalada, superior a los ingresos que ha tenido en los huesos de los que ha disfrutado.
Jorge Meade Ocaranza es otro de los que podemos nombrar, aunque en realidad son muchísimos.
Personas sin ninguna conciencia social que están en cargos desde los cuales podrían realizar cambios importantes en Morelos, pero que en cambio sólo piensan en ellos y su amplia parentela.
Por eso ha sido tan arduo luchar contra la corrupción institucionalizada. Los priistas hicieron de la suyas mientras tuvieron el poder. Los panistas los sustituyeron y demostraron estar más hambrientos aún que los tricolores. Pero creo que ahora los perredistas se han llevado la corona de campeones de la corrupción, un "logro" que sólo ha sido posible porque sus antecesores se fueron limpios, sin ninguna acusación formal a pesar de tantos latrocinios.
Graco Ramírez y los suyos le apuestan a tener la misma suerte de panistas y priistas, que se fueron con la cola entre las patas, desprestigiados a más no poder, pero con los bolsillos llenos.
Tristemente, la historia amenaza con repetirse, debido sobre todo a que más que ciudadanos, esta entidad tiene sólo consumidores y aficionados al narcótico de uso más extendido, el futbol.