Varias veces le he tocado el tema y él hace como que no oye, luego de que primero daba pretextos que han quedado ya sin justificación.
Para colmo, lo suyos, según dijo, no serían cualquier clase de pronósticos, porque su vocación natural de politólogo (el pulpo nunca aspiró a tanto, sólo a llenar bien las quinielas) enriquecería tan necesaria labor.
Pero el caso es que hasta la fecha, nada de nada.
Por su descuido, Pingo ya se encuentra en la misma categoría que tanto critica, la de los políticos. Y quizá por tanto roce con ellos algo de lo malo se le pegó.
Y ni para saber cuál de todos los políticos le contagió el mal al pobre Pingo, porque realmente todos lo padecen. Cualquiera pudo haber sido la fuente de contagio.
Si acaso, hay que agradecer que no se acercó mucho a Graco, o a Guillermo del Valle y Maricela o a Fidel Demédicis, por citar sólo a los que visiblemente tienen los mayores males de esa actividad, aunque lo correcto es decir que ellos son los mayores males.
En fin, no queda más que esperar a ver si el mal del Pingo tiene cura, pues no me gustaría perderlo para la humanidad, porque dentro de sus ingenuidades, algo aporta.