Pingo, que sigue en reposo, habría estado feliz de salir de su tierra natal para olvidarse un poco del panorama político morelense, en cuyo análisis sufrió el deterioro de sus neuronas (por contagio con sus objetos de estudio), sobre todo después de que se metió de lleno a analizar la Secretaría de Gobierno y a los ocupantes de su organigrama.
Me dijo que lo hizo porque esa oficina es estratégica en el momento actual, en que movimientos políticos de todo tipo comienzan a despertar a lo largo y ancho de los 33 municipios, y se requiere de buenos apagafuegos que hoy no se ven por ningún lado.
Con sus buenas dosis de atole con el dedo los transportistas están más o menos en paz, por lo menos en lo que se refiere a la zona conurbada de Cuernavaca, pero en pueblitos se agitan pequeños estallidos.
También las lluvias dejaron atrás temporalmente –como cada año- los reclamos por el abasto de agua en pueblos que pelean en serio por ese recurso.
Las obras incumplidas de los alcaldes también como que quieren hacer arder otros infiernitos, así como reclamos internos de grupos organizados, como los cañeros que quieren acabar con el reinado de Enrique Retiguín o los priístas que quieren ya tener presidente estatal.
Lo que sobran son conflictos latentes mientras faltan operadores que vayan más allá de los aprendices de brujo que los últimos años la han regado.
En fin.