Y es que sus adversarios son todos aquellos que odian la educación pública (prefieren el negocio de la privada) y hasta debajo de las piedras buscan justificaciones al recorte de recursos para las universidades oficiales.
El cierre de instalaciones realizado ayer en el campus Chamilpa para exigir becas para sus hijos en escuelas particulares quizá sea un derecho, pero es el colmo del absurdo porque representa claramente la señal de que ni a quienes viven de la enseñanza pública les interesa tal sector.
Por eso y no por otra cosa los empresarios del ramo han manifestado su solidaridad con un gremio que en distintas épocas ha caído en los excesos, en peligrosos excesos.
Ayer fue uno más. Hasta parece que les pagan para meter la pata.
A la hora de redactar esta columna no se sabía aún el resultado de lo que negociaron con la rectoría, pero algo de sus reclamos deben haber obtenido.
Con estos amigos, la educación superior pública no necesita enemigos.
Hasta parece que el líder sindical verdadero sea Ramón Tallabs Ortega, que de esa manera quiere culminar su labor privatizadora (calladamente, eso sí) que llevó a cabo con paciencia y éxito en el sexenio de Sergio Estrada Cajigal Ramírez.