Creyeron que la gente olvidaría lo que hicieron y les creería el cuento de que son “un partido nuevo”, pero no fue así. Los diputados de la LIII Legislatura agrupados en el instituto político denominado “Morelos Progresa” están recibiendo una andanada de críticas por parte de la opinión pública y de la gente común en redes sociales.
El miércoles de la semana pasada citaron a conferencia de prensa para presentar al partido Morelos Progresa, uno de los 11 que aprobó recientemente el Instituto Morelense de Procesos Electorales y Participación Ciudadana (Impepac) para participar en las elecciones del próximo 6 de junio del 2021.
Y ahí fueron apareciendo, uno a uno, cubiertos con cubrebocas, José Manuel Tablas Pimentel, Julio Espín Navarrete, Enrique Laffite Bretón, Edwin Brito y Carlos Alanís Romero (por respeto, no mencionaremos aquí a las mujeres).
Todos ellos tienen una característica común: fueron diputados en la 53 Legislatura. Pero además -salvo Laffite, que ganó por el Partido de la Revolución Democrática- los demás entraron bajo las siglas de diferentes institutos políticos, y ya estando adentro se vendieron al partido en el poder.
José Manuel Tablas Pimentel y Carlos Alanís eran panistas, Espín Navarrete entró por el PRI-Nueva Alianza y Edwin Brito del PT, pero al final del trienio todos se pasaron al PRD cuando su presidente era nada menos que Rodrigo Gayosso, hijastro del entonces gobernador Graco Ramírez Garrido.
Ahí apareció también otro personaje, Francisco Velázquez Adán, quien presumía de ser férreo opositor al gobierno desde el Instituto de Desarrollo y Fortalecimiento Municipal de Morelos (Idefomm) pero luego lo vimos muy pegadito a Rodrigo Gayosso y posteriormente en la lista de jubilados.
Nunca sabremos de a cuánto fue la operación financiera, lo que sí nos consta es que a cambio los legisladores tuvieron que aceptar tratos de lo más indigno. Gayosso los uniformó, obligándolos a usar unos chalecos amarillos que hizo que les endilgaran el mote de “Los Minions”, personajes de dibujos animados que eran una especie de robots que obedecían ciegamente a su jefe.
Rodrigo los regañaba, los humillaba, les gritaba y les exigía cumplir sus órdenes al pie de la letra. Estaban para cumplir sus ocurrencias, como aquella vez que los mandó a todos a donar sangre al hospital Parres, contra la voluntad de varios.
Patético, aquella vez que no se quiso bajar de la camioneta Suburban porque “había poquita gente” en el parque Solidaridad.
Alguna vez le preguntamos a un legislador por qué se dejaban mandar por Rodrigo, y lo que nos contestó nos dejó estupefactos: “Rodrigo cree que nos hace pendejos, pero es al revés… nosotros aprobamos lo que él nos dice, recibimos nuestra lana a sabiendas de que con amparos y controversias van a dar marcha atrás a lo que estamos aprobando, pero nosotros ya cumplimos y no nos va a poder reclamar nada”.
Y así fue. Muchas de las reformas que aprobaron las han echado abajo, por ejemplo, la decisión de que los magistrados del Tribunal Superior de Justicia permanecieran en el cargo 20 años.
Con ese dinero que les regaló Gayosso financiaron el nuevo partido y con éste pretenden regresar al Congreso o buscar presidencias municipales. Con la gente que ya tenían fue relativamente fácil reunir los afiliados que les pedía el Impepac, pero de ahí a que logren triunfos electorales hay mucha diferencia.
Y es que todos ellos llevan en la frente el estigma de Graco Ramírez, y nunca podrán quitárselo por más que lo nieguen.
El mismo día de su presentación los reporteros se lo echaron en cara. De nada sirvió que una y otra vez Tablas Pimentel lo negara. Los hechos hablan por sí solos.
Ahí están los decretos con su voto para autorizar los préstamos que nos dejaron endeudados y la desaparición de los fideicomisos para borrar toda huella del saqueo durante el gobierno graquista.
Pero no sólo eso. También están los registros de cosas que hicieron ellos por iniciativa propia, ya no por órdenes del gobernador o su hijastro. En el caso de Tablas Pimentel, ahí está el decreto por el que autorizan una pensión para su pareja de ese momento.
En el caso de Julio Espín Navarrete ha corrido con suerte pues las investigaciones sobre el uso del Ayuntamiento de Puente de Ixtla para vender pensiones doradas se quedaron en un funcionario menor, y ni siquiera alcanzaron a la alcaldesa, esposa de Josué Espíndola, brazo derecho de Julio, y a quien también pensionaron como trabajador del Congreso.
El ex priísta, ex aliancista, ex perredista y hoy progresista, confía en que sus seguidores (a los que obliga a posar para la fotografía cuando les está entregando 500 pesos) lo harán diputado nuevamente para seguir lucrando con el cargo.
“A todos ellos los une algo más que su paso por la 53 legislatura de Morelos: su entreguismo al gobierno de Graco Ramírez, la subordinación total que mostraron como legisladores al hijastro incómodo del régimen Rodrigo Gayosso Cepeda y múltiples acusaciones de desvío de recursos y actos de corrupción”, escribió Eolo Pacheco inmediatamente después de que se dio a conocer la presentación de “Morelos Progresa”.
“Todo esto sin contar con la personalidad de dicha legislatura: arrogantes con la ciudadanía y sumisos con el poder del ejecutivo, insensibles a los problemas sociales y persecutores de los enemigos del graquismo, ausentes de sus espacios de representación popular, pero siempre presentes en las mesas donde el hijastro del gobernador repartía el dinero”, remató.
Y no podríamos publicar los comentarios que vertieron en Facebook los ciudadanos después de que “Morelos Rinde Cuentas” publicó una infografía con las fotos de los ex diputados y los logotipos de los partidos políticos por donde “chapulinearon” antes de llegar a “Morelos Progresa”.
“Qué bárbaros, ya se les acabó todo lo que robaron. La impunidad en todo su esplendor”, “Son unas ratas cínicas”, “Ni un voto a esa escoria”, “Puro cartucho quemado”, fueron algunos de los comentarios publicables. Lo más fuerte mejor imagínenselo.
No cabe duda: lo que se siembra se cosecha.
HASTA MAÑANA.