Quién diría que morirían con tan sólo unas horas de diferencia y que sus esquelas aparecerían en los medios de comunicación el mismo día. Carlos Peredo Merlo y Ezequiel Honorato Valdez, ambos licenciados en Derecho; el primero fue procurador de Justicia del estado en el gobierno de Jorge Carrillo Olea y el segundo era juez penal en el primer distrito judicial, después se hizo magistrado y estuvo muy cerca de ser presidente del Tribunal Superior de Justicia.
Las esquelas se juntaron: por un lado, el titular del Poder Judicial en el estado, Rubén Jasso Díaz, expresa sus condolencias por el sensible fallecimiento del ex magistrado Ezequiel Honorato Valdez; en el estado de México, el gobierno le da el pésame al director del Colegio de Bachilleres Luis Alberto Peredo Jiménez, por la pérdida de su señor padre, don Carlos Peredo Merlo. No se saben más detalles de los dos lamentables acontecimientos.
Como ocurre siempre, cada persona se refiere a los occisos según los hayan tratado en vida. Irónicamente, Carlos Peredo Merlo y Ezequiel Honorato Valdez se conocieron en aquella época a mediados de los noventas, el primero como procurador y el segundo como titular del Juzgado Segundo Penal (en el primero estaba Ángel Carvajal, y en el tercero Samuel Sotelo Salgado) cuando estos se ubicaban en la Penitenciaría de Atlacomulco
Casualmente ayer desayuné con un juez en retiro, quien al escuchar el nombre de Peredo Merlo de inmediato recordó: “Ese señor me quería meter a la cárcel. Mandó decir que ningún acusado de secuestro debía salir dentro del término ni en primera instancia y que el juez que lo desobedeciera se atendría a las consecuencias”.
Y era cierto. El entonces gobernador Jorge Carrillo Olea estaba decidido a terminar con la imagen de que Morelos era la capital del secuestro en todo el país, así que ordenó promover reformas al Código Penal para incrementar las sanciones a los que cometieran ese delito y exigió “mano dura” contra secuestradores.
Al mismo tiempo, consintió que se conformara un grupo especial antisecuestros dentro de la Policía Judicial del Estado, mismo que quedó a cargo del temible comandante Armando Martínez Salgado, pero fue ese grupo el que provocó su caída como gobernador.
En realidad la línea vino desde la presidencia de la República, el pretexto fue el homicidio de un presunto delincuente, Jorge Nava Avilés, apodado “El Moles”, quien se murió a consecuencia de los golpes que le propinaron en el interior de los separos del viejo edificio de la avenida Zapata, a principios de 1997. Años después el propio Peredo Merlo comentó a sus amigos que consideró una mejor opción deshacerse del cadáver que echar a perder la estabilidad social con una noticia tan negativa.
Hasta la fecha, sigue siendo una incógnita cómo se enteraron los policías federales de caminos que en esa camioneta llevaban un cadáver, y otra cosa extrañísima: las patrullas de la PFC llevaban un fotógrafo de prensa a bordo.
En cuestión de horas, la fotografía del comandante Armando Martínez Salgado con un sombrero cubriendo su cabeza calva y con la cara desencajada, ya estaba en todos los medios nacionales presagiando el encarcelamiento del procurador, un subprocurador, el director de la Policía Judicial y varios elementos.
Para quien esto escribe (disfrazado de ayudante del abogado de Jesús Miyazawa) fue impactante ver al otrora poderosísimo Carlos Peredo Merlo, esposado y sentado en la silla de los acusados de un Juzgado de Distrito. Todos -menos Armando Martínez y su gente- salieron libres en los meses subsecuentes, como una muestra más de que la bronca no era con ellos, sino con su jefe el gobernador, quien presentaría su licencia en mayo de 1998.
Pero no todo era malo en Carlos Peredo Merlo. Algo que se le reconoce –además de su trayectoria en diversas instituciones públicas y privadas en el país- es que cuando tomó las riendas de la Procuraduría de Justicia de Morelos le dio la oportunidad a varios jóvenes abogados para que se desempeñaran en puestos claves de la institución.
Entre ellos estaban José Luis Urióstegui Salgado, Fernando Blúmenkron Escobar, Armando Díaz Manzanarez, Josué Tapia Acevedo, Adela Manzanarez Alonso, Arturo Manuel Sotelo Ortíz, Rafael Borrego Díaz, entre otros.
Y mientras ellos destacaban en la Procuraduría de Justicia, en el Poder Judicial otro grupo de abogados hacían lo propio en la actividad jurisdiccional. Ezequiel Honorato, Rocío Bahena, Virginia Popoca González, Samuel Sotelo Salgado, Ana Virinia Pérez Güemes, Rubén Jasso Díaz y Nadia Lara Chávez se abrían paso en busca de los lugares que iban dejando los magistrados que optaban por la jubilación.
Así es como llega Ezequiel Honorato Valdez a ser magistrado del Tribunal Superior de Justicia, y si no buscó la presidencia fue porque no quiso enfrentarse a Ricardo Rosas Pérez, pero varios de sus compañeros consideraban que tenía la experiencia y la preparación académica para serlo.
Ezequiel Honorato nunca perdió la humildad que le caracterizaba. Proveniente de un pueblo en el estado de México, combinó la actividad jurisdiccional con las artes marciales.
Recuerdo que en 2002, un grupo de magistrados del Tribunal Superior de Justicia viajó a un Congreso Nacional a Ciudad Juárez, Chihuahua, y durante el descanso todos los funcionarios judiciales y sus cónyuges pasaron la línea divisoria para ir a comprar a las “malls” de El Paso, Texas. Sólo Ezequiel, su esposa y un servidor (en mi calidad de jefe de prensa del TSJ), nos quedamos en el hotel porque no teníamos visa.
En esa ocasión me platicó de su origen humilde y las dificultades económicas que tuvo para estudiar la carrera de derecho y escalar los puestos desde oficial judicial hasta llegar a magistrado. Años más tarde, tuvo la desgracia de perder a su hijo por una enfermedad y eso le afectó muchísimo, por lo que optó por retirarse de la magistratura.
Lo perdimos de vista durante los últimos años, hasta que ayer nos llegó la lamentable noticia de su fallecimiento, al mismo tiempo que la de Carlos Peredo Merlo.
Desde aquí nuestro sincero pésame a las familias de estos extraordinarios juristas que ya se ganaron su lugar en la historia de la abogacía en Morelos.
HASTA MAÑANA.