“Esto ha sido todo por hoy, los espero el próximo sábado a la misma hora y por la misma estación con más… poemas y cantares”, dijo el poeta engolando la voz al mismo tiempo que hacía una seña al operador para que cortara la transmisión. No sabía que ese día -29 de abril del 2017- había sido su último programa en la estación radiofónica “La señal 152” de Jojutla.
Filiberto Álvarez Landeros tomó su abrigo y bajó lentamente las escaleras del edificio hasta llegar a donde ya lo esperaba Abraham, el chofer que recién había contratado por recomendación de su familia. “No es bueno que andes solo a tan altas horas de la noche”, le decían.
Más que por temor a sufrir un asalto, a Filiberto no le gustaba manejar de noche su camioneta Honda Accord color arena, pues a sus 65 años la vista ya comenzaba a fallarle.
El chofer tomó el mismo camino de siempre. Después de las 10 de la noche las calles del pequeño municipio de Tlaquiltenango están prácticamente vacías, así que la camioneta se desplazaba sin ningún contratiempo.
Al entrar a la calle Francisco Javier Mina su chofer creyó escuchar la frase “ya viene” en un hombre que esperaba al lado de un coche compacto, sin entender de qué se trataba hasta que vio otro vehículo que se atravesó tapando el paso, por lo que tuvo que frenar.
Abraham tuvo la intención de echarse de reversa, por lo que alzó la mirada hacia el retrovisor, pero escuchó la voz del poeta diciéndole: “Espérate, déjame ver qué pasa”.
Quizás Filiberto creyó que lo estaban confundiendo o que podía llegar a un arreglo económico en lo que parecía ser un intento de secuestro. sólo así se puede explicar el que abriera la puerta de la camioneta y se bajara.
Sin embargo, el primer disparo le indicó que sus agresores no tenían ninguna intención de negociar, así que instintivamente se echó a correr por la oscura calle. Sólo avanzó unos metros, pues un segundo disparo lo hizo caer de bruces.
El sujeto llegó hasta donde yacía Filiberto todavía con vida. Una voz fuerte surgió de la oscuridad para dar la orden: ¡Mátalo!
Entonces el ejecutor se acercó y le dio un tercer balazo a manera de tiro de gracia. Después se fue corriendo para abordar el vehículo mientras los vecinos ya comenzaban a asomarse.
Abraham, que durante todo ese tiempo había permanecido impávido frente al volante, corrió hacia donde estaba su jefe y le tomó el pulso. “Todavía está vivo, por favor pidan una ambulancia”, suplicó a los pocos transeúntes a los que pudo más la curiosidad de saber quién era el que estaba tirado, que el riesgo de que los sicarios regresaran.
Unos minutos después, Filiberto Álvarez Landeros, el famoso poeta y locutor, era subido en camilla a una ambulancia mientras las luces rojas y azules de patrullas de todas las corporaciones iluminaban la escena.
A las 23:55 de la noche, en una de las camas del hospital “Ernesto Meana San Román”, el poeta fue declarado muerto.
Al otro día, a pesar de que no era propiamente periodista, organizaciones de comunicadores de todo el mundo difundieron el hecho y reclamaron justicia.
“El Gremio Periodístico Organizado de México: Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, Fapermex; Federación Latinoamericana de Periodistas, Felap; Club Primera Plana, y el Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo, Conalipe, reprueba este crimen y exige de las autoridades su esclarecimiento inmediato”, publicaron.
“Las primeras indagatorias permiten establecer que la agresión no está relacionada con la actividad profesional de la víctima”, atajó la Fiscalía General del Estado a través de un comunicado en el que prometía investigaciones a fondo hasta dar con los responsables.
El 10 de mayo de ese mismo año, la Fiscalía General del Estado informó de la captura de Edgar “N” como uno de los presuntos asesinos del locutor Filiberto Álvarez Landeros. Al no hacer públicos sus apellidos por su derecho a la presunción de inocencia, se imposibilita el investigar si esta persona sigue bajo proceso o fue dejado en libertad.
De lo que en su momento trascendió en círculos policiacos, es que fueron dos sujetos los que participaron directamente en la ejecución del poeta y locutor aquella noche del 29 de abril del 2017. Sin embargo, por la mecánica de los hechos se descarta el robo o el secuestro como posibles móviles.
La versión más sólida es que se trató de una ejecución contratada, pues los autores materiales no tenían ningún motivo para querer asesinar a Filiberto. Corre una versión de que, además de Edgar, participó otro matón a sueldo al que apodan “El Diablo”, pero también se dice que ya no está con vida, pues lo asesinaron en el estado de Guerrero.
Un ex servidor público que estuvo cerca de la investigación confió a este columnista que una de las líneas de investigación que se seguían, era la posibilidad de que Filiberto hubiese sido ultimado por meterse en la administración de un balneario muy importante en la región.
Y es que el poeta había logrado conquistar a la dueña de ese lucrativo negocio. A base de poemas y su peculiar estilo de hablar, logró convertirse en la pareja de la viuda que heredó toda la fortuna de su marido, fundador del balneario.
Pero en lugar de mantener una posición de bajo perfil, Filiberto comenzó a tomarse muy en serio su papel de pareja de la dueña y se involucró en la administración de todos sus bienes. No tardó en descubrir malversaciones en todas las áreas de la compañía, delatando a los empleados desleales con la dueña, lo que le generó una buena cantidad de enemigos.
No sólo descubrió a trabajadores que sustraían materiales y dinero. Sus investigaciones llegaron hasta los familiares directos de la viuda, quienes vieron en Filiberto un verdadero peligro como consejero de la propietaria y aspirante a consorte.
A cinco años del artero crimen, hay más dudas que respuestas en el caso de Filiberto Álvarez Landeros, quien fue incluido en la lista de periodistas asesinados en México (el número 35 del sexenio de Enrique Peña Nieto) y permanece en la enorme lista de casos sin esclarecer.
Con un autor material detenido y otro oficialmente muerto, el caso quedó cerrado, sin que se conozca el móvil del homicidio y mucho menos quién o quienes ordenaron su ejecución.
HASTA EL LUNES.