La información robada por el Colectivo Guacamaya a la SEDENA y exhibida en diversos medios de comunicación ha sido un escándalo mayúsculo que desnuda a la milicia mexicana y cuyo contenido ha funcionado muy bien para vender periódicos y revistas, o bien obtener miles de “likes”. Sin embargo, no hay que darle una credibilidad absoluta, pues quienes conocen la milicia por dentro saben que su “inteligencia” tiene muchas deficiencias.
En su libro “Torpezas de la inteligencia”, el general Jorge Carrillo Olea, fundador del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), menciona que la Sección Segunda de la Secretaría de la Defensa Nacional siempre ha sido un área muy limitada.
“En la Sección, la idea de inteligencia estratégica se presumía, y simultáneamente se encubrían sus limitados alcances, para darle una misteriosa apariencia; sin embargo, de ella nada había”, dice en la página 45.
Refiere que “al recibir la responsabilidad de dirigir la Sección Segunda, mi sorpresa fue notar que era un nido de malos haceres, de conductas relajadas dentro de las severas prácticas militares acostumbradas, de corruptelas, de irregularidades y de desvíos en el trabajo, situación en la que todos se hallaban contentos. Los involucrados directamente eran oficiales en sus primeros 20 años, sin preparación militar más allá de la básica y que nada tenía que ver con la supuesta función del organismo”.
En otra parte, señala que “las fuentes de información utilizadas entonces para formular sus síntesis eran los periódicos, la especulación, los soplos y chismes que corrían en los salones presidenciales”.
Carrillo Olea, a quien le gusta que le llamen “el padre de la Inteligencia en México”, habla de un Ejército de hace varias décadas, pero de acuerdo a nuestros informantes el único cambio que ha ocurrido es que ahora ya no usan tarjetas escritas a máquina, sino computadoras y correos electrónicos.
Uno se imaginaría que la “inteligencia militar” es lo máximo y que sus investigaciones son de lo más profundas, pero no es así. En muchas ocasiones la información es obtenida de notas periodísticas que van recolectando e informes de corporaciones policiacas sobre el contenido de las llamadas “narcomantas”.
Si bien es cierto que en los rangos más altos de la milicia algunos elementos se llegan a especializar en análisis de la delincuencia organizada o grupos subversivos, la realidad es que quienes andan en las calles buscando información para nutrir sus informes de inteligencia, son soldados muy jóvenes con nivel de preparatoria, lo que se deduce en sus reportes con innumerables faltas de ortografía.
Por eso es que sostenemos que la información publicada por la revista Proceso con base en las filtraciones del Colectivo Guacamaya (Sedenaleaks), debe ser tomada con mucha reserva, y no dar por cierto todo lo que se menciona.
¿Y qué es lo que se menciona?
Proceso publica en su edición del pasado sábado que del hackeo de millones de documentos de la SEDENA, cometido por el colectivo Guacamaya, “también emergieron informes que señalan la cooptación de funcionarios del gobierno morelense de Cuauhtémoc Blanco o del veracruzano Cuitláhuac García, así como decenas de presidentes municipales de Guerrero y funcionarios mexiquenses”.
Como ya se sabe, un ciberataque a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) expuso 6 TB* de correos y documentos sobre operativos de seguridad, contratos del Ejército e incluso la salud del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien confirmó la filtración de información pero minimizó su importancia, bajo el argumento de que todo “es de dominio público”.
Y efectivamente, por lo menos en lo que se refiere a Morelos, no hay nada que no se haya escrito ya o que sea lo que llamamos “secreto a voces”, que son versiones no confirmadas que van pasando de boca en boca. Lo único que propició el hackeo que hizo este grupo que se hace llamar Guacamaya, es que ya se tiene una fuente para publicar lo que siempre hemos sabido.
Por ejemplo, la relación de alcaldes de Morelos y Guerrero con el crimen organizado lo hemos señalado en esta columna infinidad de veces. El parentesco de la esposa de José Luis Abarca, en ese entonces alcalde de Iguala, con los Pineda Villa de Morelos -lugartenientes de Arturo Beltrán Leyva- lo puede usted leer en la columna Estrategias del 14 de febrero del 2014 con datos obtenidos de la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/0241/2008.
Para acabar pronto: la periodista Anabel Hernández publicó en su libro “Los Señores del Narco” la lista completa de policías federales, estatales y municipales que cobraban en la nómina de Beltrán Leyva, reservándose solamente la de periodistas pero sí mencionó que miles de dólares de la organización criminal eran destinados a mantener callada a la prensa.
Luego entonces, los “servicios de inteligencia” de la SEDENA lo único que hicieron fue fusilarse la información publicada en el libro de Anabel, y de los reportajes de Ricardo Ravelo y otros reporteros de Proceso, para elaborar informes a los que les agregaron gráficas y se los entregaron a sus superiores.
La relación del senador Ángel García Yañez con un grupo de la delincuencia organizada ha sido publicada en infinidad de ocasiones. Para nadie era un secreto su relación sentimental con Rosario Herrera alias “La Jefa” aunque después haya declarado que sólo era su colaboradora. En esa especie también incluyen a los ex alcaldes hoy legisladores Agustín Alonso, Luz Dary Quevedo, Francisco Sánchez y Alberto Sánchez.
“Mi pregunta es: Si tienen esa información, ¿Por qué no proceden en contra de los señalados?”, pregunta el lector José M. Vázquez en la sección de comentarios de la nota titulada “Sedena Leaks: Gobernadores, senadores, diputados y alcaldes de Morelos ligados al narco” que publicó Proceso en su página de internet.
La respuesta es fácil: La información que tiene el área de inteligencia del Ejército sólo es para consumo interno, por lo tanto, no requiere pruebas contundentes. O más bien dicho, únicamente es para justificar el trabajo de la sección segunda del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional.
HASTA MAÑANA.