Los empleados del centro nocturno se mostraron sorprendidos por la llegada de tres vehículos, pues apenas eran las nueve de la noche y el espectáculo de “table dance” iniciaba a las diez. El valet parking se acercó al Honda color blanco y les dijo a sus ocupantes: “Todavía no hay servicio. Si quieren pueden esperar”. Pasaron 10 minutos y nadie se bajaba de los autos.
“Cuando Cristian sacó el flechero (artefacto que utilizan para llamar la atención de los automovilistas) para comenzar a dar servicio, se bajaron del Jetta blanco un señor de entre 40 y 50 años de edad, robusto, y detrás de él venía un chavo quien señaló a Cristian y le dijo: ´ya valiste madre´”, declararía semanas más tarde el mesero José Carlos Casarrubias ante el Ministerio Público.
Era la noche del domingo 26 de marzo del 2011, y los hechos ocurrían en el estacionamiento del centro nocturno “Obsession”, en el Paseo Cuauhnáhuac, municipio de Jiutepec.
“Después el señor mostró una pistola que traía fajada a la cintura y junto con el chavo se fueron contra Cristian. Les grité que qué pasaba y en ese momento se bajaron cuatro personas del Honda, puros chavos, me voltearon a ver y me dijeron: ´A ti también te vamos a chingar. ¿No me reconoces? ´”
Ya después caerían en la cuenta de que se trataba de los mismos jóvenes que días antes habían estado consumiendo bebidas en el establecimiento y que se quejaron de que los empleados les habían robado un teléfono celular y una cámara fotográfica, por lo que amenazaron con regresar para ajustar cuentas.
Ese mismo día, por la tarde-noche los hermanos Julio César y Luis Antonio se habían encontrado con sus amigos Juan Francisco, Jesús Chávez y Jaime Gabriel en un bar de Cuernavaca que se llama “La Rana Cruda”, todos ellos veinteañeros y estudiantes de universidades particulares. También llegó Álvaro Jaimes Aguilar -ya cuarentón-, militar retirado que trabajaba en una empresa de seguridad privada, acompañado de una mujer de su misma edad. Era tío de Julio César y Luis Antonio.
Después de varias micheladas los dos hermanos contaron lo que les había pasado en el “table dance”, y su tío -quizás por lo ebrio que estaba o para lucirse con su acompañante- se ofreció a ayudarles para recuperar el teléfono y la cámara fotográfica.
Fue así como llegaron hasta el “Obsession” y exigieron que les entregaran los aparatos mencionados. Con lo que no contaban era que el establecimiento de giro rojo, como casi todos, operaba con la protección de un grupo de la delincuencia organizada.
En el caso del “Obsession”, quien lo protegía era el CPS (Cartel del Pacífico Sur), uno de los tantos grupos que surgieron a raíz de que mataron a Arturo Beltrán Leyva, y éste era encabezado por Julio de Jesús Radilla Hernández, mejor conocido con el mote de “El Negro Radilla”.
Avisado de lo que estaba ocurriendo, el dueño del centro nocturno, Alejandro Nava, pidió el apoyo de “El Negro”, que controlaba la plaza de Jiutepec, y en cuestión de minutos llegaron al lugar varios de sus sicarios. Ya para esos momentos todos los ocupantes de los tres vehículos habían sido sometidos por los empleados del bar y estaban amarrados de pies y manos en el interior del Honda. Enseguida llegaron dos camionetas y un taxi, a donde subieron a los seis hombres y la mujer y se los llevaron con rumbo desconocido.
Según la declaración del mesero que consta en la averiguación previa PGR/MOR/CV/207/V/2011, el dueño y gerente Alejandro Nava juntó a todos los trabajadores y a tres bailarinas que habían presenciado los hechos, para advertirles que nadie podía decir nada de lo ocurrido, o les pasaría lo mismo que a las siete personas que se acababan de llevar.
No volvieron a saber de los jóvenes, el militar ni la mujer, hasta que salió en los periódicos que habían encontrado siete cadáveres en un vehículo abandonado sobre la autopista Cuernavaca-Acapulco, a la altura de Las Brisas, asfixiados y con huellas de tortura.
Al gerente del tabledance no le preocupó la situación pues era algo hasta cierto punto “normal”. Así se ha trabajado siempre: “la maña” cobra derecho de piso, pero también ayuda al empresario cuando tiene ese tipo de problemas, y hasta son más eficaces que la Policía. Llegan, se llevan a los rijosos y los desaparecen, sin que nadie diga nada.
Así iba a ocurrir en este caso, sin embargo, sucedió algo que nadie tenía previsto.
Habían pasado 48 horas desde que ocurrió la trifulca en el Obsession cuando el gerente le habló al Negro Radilla.
-Ya hubo pedo carnal. Los federales y el Ejército andan como perros y esto está creciendo demasiado, ya salió hasta en las noticias nacionales- le dijo.
- Sí cabrón, es que uno de los güeyes era militar y por eso andan bien tendidos- contestó el jefe de plaza.
- No, no es por el militar. Parece que uno de los chavos es hijo de un personaje famoso, un tal Sicilia. Yo voy a cerrar esta madre y me voy a esconder un rato, creo que tú deberías hacer lo mismo.
- Ok, me voy a ir a Veracruz en lo que se enfría todo esto. Pero que conste que yo lo hice porque tú me lo pediste, así que todo va a ser a costa tuya ¿eh?
- Está bien- dijo resignado el empresario- mañana te mando una lana y dos vehículos para que te muevas.
Efectivamente, no fue tanto que Alvaro Jaimes fuera un elemento de la Sedena, sino que entre los jóvenes iba Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta, periodista y activista Javier Sicilia Zardain, quien al grito de “Estamos hasta la madre”, encabezó una marcha de 20 mil personas el 6 de abril de 2011 y una caminata que duró tres días hasta el zócalo de la ciudad de México a principios de mayo de ese mismo año.
El gobierno federal tomó a su cargo las investigaciones y comenzó “la cacería” contra los responsables, lo que incluyó al gerente del “Obsession” y todo su personal que estuvo ese día que llegaron los tres vehículos. Ya identificado “El Negro Radilla” como el autor material de los homicidios, la Procuraduría General de la República (PGR) ofreció 10 millones de pesos como recompensa a quien proporcionara información sobre su paradero. Fue detenido el 25 de mayo de 2011 en Coatzacoalcos, Veracruz, junto a su lugarteniente, José Luis Luquín “El jabón”, y presentado en las oficinas centrales de la Policía Federal Preventiva que encabezaba Luis Cárdenas Palomino.
De no haberse dado esa circunstancia, seguiría operando el Obsession con la protección del Negro Radilla y la anuencia de las policías municipales y estatales que pasaban cada mes por su cuota, según refieren los expedientes de ese caso.
HASTA MAÑANA.