El asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta en Lomas Taurinas el 23 de marzo de 1994 cambió la vida de muchas personas en este país, pero sin duda que en Morelos los más afectados fueron el entonces gobernador Jorge Carrillo Olea y la entonces presidenta del PRI, Laura Catalina Ocampo Gutiérrez. Nos atrevemos a decir —conscientes de que el hubiera no existe— que si Colosio no hubiera muerto, el general habría terminado su sexenio y Laura habría sido gobernadora.
Sin embargo, el homicidio que no termina de aclararse a 29 años de distancia, desencadenó una serie de acontecimientos en la clase política de nuestro estado que, aunado a otros factores tuvo como consecuencia que hoy el Partido Revolucionario Institucional (PRI) esté a un paso de perder el registro.
Laura Ocampo Gutiérrez estaba teniendo una carrera meteórica en la política estatal a pesar de que en esos tiempos no había muchas mujeres que destacaran en los puestos de elección popular. Oriunda de Jojutla, se fue a vivir al Distrito Federal para estudiar la carrera de Derecho en la UNAM, y en los últimos semestres combinó la actividad escolar con un empleo de medio tiempo en la Cámara de Diputados como edecán, y al terminar su carrera comenzó a trabajar de lleno en el equipo del doctor Lauro Ortega Martínez, entonces diputado federal.
Después de desempeñar diversos cargos en el CEN del PRI, en 1991 la joven abogada regresa a su natal Jojutla para contender por primera vez en una elección interna para la presidencia municipal que gana Gregorio Rosas García, quien obviamente gana la elección constitucional y la invita a ser síndica procuradora.
Tres años después asume la Secretaría General del PRI cuando el tricolor era un verdadero “partido aplanadora” y más tarde la dirigencia estatal ya con la bendición de su paisano, el jojutlense Jorge Carrillo Olea, que regresó a Morelos con toda la fuerza de Carlos Salinas de Gortari para avasallar en las elecciones estatales de 1994 que en ese tiempo no eran concurrentes con las federales.
Fue por eso que a Laura Ocampo le tocó “palomear” a los candidatos del PRI en ese proceso electoral del domingo 20 de marzo de 1994 y sólo se perdió una alcaldía. Por la noche, en la sede del partido, recibió una llamada de Luis Donaldo Colosio, quien le preguntó como le había ido. “Misión cumplida mi candidato, ganamos prácticamente todo”, le contestó una Laura Ocampo que se sentía en los cuernos de la luna.
—Mañana salgo al norte de la República y regreso hasta el miércoles— le dijo Colosio. Te espero el jueves en la casa de campaña para que me digas qué quieres como premio por ese buen desempeño que tuviste en estas elecciones.
Durante los siguientes días todo fue “miel sobre hojuelas” para la jojutlense, quien podía soñar con una diputación federal, una senaduría o hasta la gubernatura después de que Carrillo Olea terminara su sexenio. El PRI prácticamente había aplastado a la oposición: 67.28 por ciento de la votación para don Jorge —a pesar de que le reprochaban que casi nunca venía a Morelos—; contra 21.68 de Julián Vences del PRD y 8.75 del panista Luis Miguel Santamaría.
En los municipios sólo se había perdido uno de los 33 que entonces existían, pero en Cuernavaca había ganado el también joven abogado Alfonso Sandoval Camuñas, discípulo del ex gobernador Antonio Riva Palacio López que tenía mucho arrastre entre la gente; en Yautepec el jurista Miguel Ángel Alarcón había arrasado en las urnas y tenía un futuro prometedor en la política, y hasta Nereo Bandera seguía teniendo el control de Temixco.
En la cuadragésima sexta legislatura se habían ganado las 15 diputaciones uninominales con gente como Oscar Puig, Juan Jaramillo, Patricia Elton Benhumea, Tito Barrera. El tricolor estaba en la cima del poder… ¿qué podía salir mal?
Laura Ocampo pasó los siguientes dos días atareada concediendo entrevistas a decenas de periodistas que abarrotaban el edificio de la calle Amacuzac, contestando llamadas de felicitación, recibiendo a los candidatos que habían ganado el domingo, repartiendo abrazos y muchas sonrisas.
Por eso fue que el miércoles 23 no tuvo tiempo de salir a comer ni tampoco encendió para nada la televisión que tenía en su oficina. Estaba absorta en su trabajo cuando vio entrar a sus compañeros de partido, Alfonso Sandoval, Juan Jaramillo y Armando Ramírez Saldívar, con una cara de preocupación.
Ninguno quería decirle lo que ya todo mundo estaba viendo en tiempo real a través de la televisión: que el candidato del PRI a la presidencia de la República había recibido un disparo en la cabeza luego de un mitin en Lomas Taurinas, Baja California.
“Necesitamos que enciendas la televisión”, le dijo muy serio Alfonso. Al escuchar que estaba siendo intervenido quirúrgicamente en un hospital, la presidenta del PRI abrigaba la esperanza de que la bala no hubiese sido mortal, pero Armando —médico de profesión— echó por tierra esa posibilidad: Luis Donaldo no sobreviviría, lo que minutos después fue confirmado en cadena nacional por el entonces secretario particular del candidato.
Laura Ocampo se derrumbó, física y anímicamente. Todo lo que se había imaginado se vino abajo como una torre de naipes.
Luego vinieron una serie de acontecimientos fatídicos como la muerte de Alfonso Sandoval Camuñas; la derrota de la candidata del PRI a la presidencia municipal de Cuernavaca, Ana Laura Ortega; la salida de Jorge Carrillo Olea de la gubernatura dos años antes de concluir su sexenio; y la derrota del candidato del PRI en el año 2000, lo que marcaría la ausencia del tricolor en el palacio de Gobierno por los siguientes 23 años.
La jojutlense se fue a Inglaterra durante un año cuando su propio partido le dio la espalda. Luego regresó en el sexenio de Enrique Peña Nieto y trabajó en la Procuraduría Federal del Consumidor. En el 2021 fue designada otra vez como secretaria general del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional por cuatro años junto con Jonathan Márquez que es el presidente, muy cercano al dirigente nacional Alejandro Moreno.
Después de ser el partido que ganaba “de todas, todas”, hoy el PRI sólo puede sobrevivir uniéndose a otros como el PRD y el PAN que también han sufrido las consecuencias de sus excesos en la administración pública.
Si logran ponerse de acuerdo, llevarán en el proceso electoral del próximo año a un candidato o candidata en común. Y si deciden que sea mujer, Laura Catalina Ocampo Gutiérrez tiene muchas posibilidades de encabezar esa coalición de institutos políticos que habrá de enfrentarse al hoy “partido aplanadora” o “partido tsunami” que se llama Movimiento Nacional de Regeneración Nacional (Morena).
HASTA MAÑANA.