Si todo sale como lo vaticinan las encuestadoras, el domingo 4 de junio el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perderá su bastión más importante y con ello estaría en la antesala de su extinción total, que a estas alturas es lo mejor que le podría pasar. El Partido Acción Nacional no está en sus mejores momentos y el de la Revolución Democrática está a un paso de perder el registro a nivel nacional.
Con ese escenario ¿por qué hay personas que buscan las candidaturas a cargos de elección popular con otras siglas que no son las del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que es el que está de moda?
La respuesta es sencilla: aun cuando Morena gane las principales posiciones, hay un margen de ganancia como son las senadurías de primera minoría, las diputaciones plurinominales a nivel federal y locales, así como regidurías.
Sobre esas posiciones van los partidos que alguna vez estuvieron en el poder (en el caso de Morelos, tanto PRI, como PAN y PRD ya fueron gobierno) y que hoy tienen que desempeñar el ingrato papel de la oposición. Como dice el dicho: de lo perdido, lo que aparezca.
En Morelos hay varios ejemplos de que un instituto político es un excelente negocio aunque nunca ganen nada. Ahí están los famosos Yáñez, que ya llevan más de una década con una diputación para un integrante de la familia, ya sea uno de los dos hermanos, las esposas, el tío, el padre, etc.
O que tal el Partido del Trabajo que controla Tania Valentina Rodríguez; el PRI con Eliasib Polanco y su títere Jonathan Márquez, los Terrazas a través de Dalila Morales, y la lista es bastante larga.
Volviendo al tema de las elecciones en el estado de México, las cuales serán determinantes para el futuro de los partidos políticos que participan en la contienda, resulta patético ver cómo tres partidos que antaño “se dieron hasta con la cubeta”, hoy por simple conveniencia hacen campaña juntos.
En varias ocasiones “sin querer queriendo” los oradores les han dado sus raspones cuando hablan de los gobiernos priístas durante los 70 años que estuvieron en el poder o los tricolores de los doce años que gobernó el blanquiazul.
El peor gazapo fue el que protagonizó Santiago Creel, cuando al hablar del gobierno de AMLO dijo que “es un ataque a la democracia, ni en las peores épocas… (ahí se dio cuenta que ya la había regado y tuvo que terminar la frase pero ya con otro tono) del PRI, hoy nuestro aliado pero ya… democratizado”.
Cuando se les pregunta a los representantes del PRD y del PAN sobre tópicos como el aborto o el matrimonio igualitario, se salen por la tangente: “Ahorita estamos atendiendo asuntos de política, ya habrá tiempo para ver esos temas”, contestan.
En estos momentos, tanto a nivel nacional como en Morelos, el PRIANRD se mantiene aparentemente unido pero porque no ha comenzado lo más álgido. Existe una especie de “tregua” o pacto de no agresión para tratar de mantenerse en la misma dirección lo más que se pueda, aunque están consientes de que en algún momento pudiera romperse el acuerdo.
Un ejemplo lo pudimos ver en el Cabildo de Cuernavaca, donde las respectivas dirigencias estatales evitaron que continuara el pleito entre Fernando Carrillo (PAN) y Christian Pérez (PRI) después de que el primero hizo comentarios clasistas en contra del segundo.
Así, en cualquier evento público podemos ver muy sonrientes a Dalila Morales, Sergio Prado Alemán y Jonathan Márquez, posando abrazados para la foto, aunque sólo ellos saben a quien tienen en mente para lanzar como candidata o candidato a la gubernatura, pero hay algo innegable: los tres quieren una posición plurinominal.
Otra coincidencia es que ninguno de los tres tiene decisión propia: Jonathan tiene que consultarle todo a Eliasib; Dalila no hace nada sin tomar en cuenta a los Terrazas, y Sergio Prado tampoco decide nada, pero no sabemos a quien le rinde cuentas.
Triste papel el de la oposición.
Por eso causa risa el que Jonathan declare que “en la mesa de decisiones de la coalición, ninguno de los dos exgobernadores (Graco Ramírez y Marco Adame) forma parte ni tiene voz y mucho menos voto para elegir el método y tampoco al candidato o candidata que nos representará en la gubernatura del estado para las elecciones del 2024”.
Por si fuera poco, ahora resulta que ya salió un “candidato del centro”, que anda diciendo que ya habló con Marko Cortés, con Jesús Zambrano y que sólo le falta la venia de Alito Moreno. ¿Y las dirigencias estatales qué?
Sí, nos referimos al general de división Alfonso Duarte Múgica, a quien le dedicamos la columna del martes. Según sus “destapadores”, el apoyo que empresarios, políticos, grupos religiosos y sociedad civil han dado al General Duarte no es gratuito. Le reconocen los resultados que en su lucha contra la inseguridad y violencia tuvo en sus 49 años de ejercicio militar, particularmente a partir del sexenio de Felipe Calderón.
Con publicaciones planeadas estratégicamente en la capital del país, Tijuana y Morelos, el ilustre desconocido (al menos para la mayor parte de la población morelense), presume contar con el aval de los tres partidos que integran la Alianza va por México.
De ser cierto, entonces quedarían fuera los “candidatos naturales” a la gubernatura por la oposición: José Luis Urióstegui y Ángel García Yáñez —en el caso de que sea varón—, y Laura Ocampo Gutiérrez si se decidiera que va candidata mujer.
En cualquiera de los casos (así lo dicen las estadísticas), el triunfo quedaría en el partido Morena, ya sea con Rabindranath Salazar, Lucy Meza, Margarita González Saravia o Juan Ángel Flores.
Luego entonces, los partidos de oposición deberían de estar agradecidos de que llegue alguien como el general Duarte Mújica que viene dispuesto a sacrificar su tiempo y dinero (en busca de una gubernatura que técnicamente es imposible) dejando para las dirigencias estatales las posiciones plurinominales tan asediadas.
HASTA MAÑANA.