En su peculiar manera de gobernar el país, el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador ha tenido muchos aciertos, pero también errores. Se entiende que su intención es hacer justicia, sin embargo, en su abierto enfrentamiento contra el Poder Judicial federal, están pagando “justos por pecadores”.
Su última ocurrencia (además de “balconear” a los gasolineros abusivos a través de la Profeco; a los periodistas que mienten con la sección que encabeza Liz Vilchis, y “No lo digo yo” para atacar a Xochitl Gálvez sin que lo sancione el INE), es exhibir a los “delincuentes” que están saliendo libres mediante amparos o sentencias absolutorias concedidos por “la banda que encabeza Norma Piña”.
Esa tarea fue encomendada al subsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Luis Rodríguez Bucio, quien se dedica a estar vigilando cuanta gente sale de la cárcel y a presentar denuncias contra los jueces que están dictando libertades.
Hace unos días el mencionado servidor público dio a conocer una noticia sobre un caso que los morelenses conocemos muy bien. “El 18 de agosto, el Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social recibió la resolución del Juez Ernesto Vlamir Tabera Villegas, donde hace de conocimiento la sentencia absolutoria a favor de seis presuntos secuestradores y homicidas de Juan Francisco, hijo del poeta y activista Javier Sicilia”, expresó Luis Rodríguez Bucio, quien adelantó que se ha iniciado una denuncia penal en contra del juez por esta acción.
Nótese que el funcionario afirma que es una “sentencia absolutoria a favor de seis presuntos secuestradores y homicidas”, pero si han obtenido una sentencia absolutoria, significa que NO HUBO ELEMENTOS PARA DECLARARLOS CULPABLES, POR LO TANTO, SON INOCENTES.
Se trata de Feliciano “N”, Manuel “N”, José Mario “N”, José Carlos “N”, Mario Omar “N”y Javier “N”.
No conocemos a fondo los demás casos de jueces que han sido exhibidos por —aparentemente— beneficiar a la delincuencia, pero en este asunto sí tenemos la información necesaria para sostener que salieron porque no se acreditaron los delitos que les imputaban, y que más bien están cometiendo una injusticia el exhibir a este juzgador por hacer bien su trabajo.
Aquí una síntesis de lo ocurrido:
El 26 de marzo de 2011 por la tarde-noche, los hermanos Julio César y Luis Antonio se habían encontrado con sus amigos Juan Francisco, Jesús Chávez y Jaime Gabriel en un Bar de Cuernavaca que se llama “La Rana Cruda”, todos ellos veinteañeros y estudiantes de universidades particulares. También llegó Álvaro Jaimes Aguilar -ya cuarentón-, militar retirado que trabajaba en una empresa de seguridad privada, acompañado de una mujer de su misma edad. Era tío de Julio César y Luis Antonio.
Después de varias micheladas los dos hermanos contaron que un fin de semana anterior habían ido a un tabledance llamado “Obsession” y que los de seguridad les habían robado un teléfono celular y una cámara fotográfica. Su tío -quizás por lo ebrio que estaba o para lucirse con su acompañante-, se ofreció a ayudarles para recuperar los aparatos.
Fue así como llegaron hasta el “Obsession”, en el municipio de Jiutepec, y exigieron que les entregaran los aparatos mencionados. Con lo que no contaban era que el establecimiento de giro rojo, como casi todos, operaba con la protección de un grupo de la delincuencia organizada.
En el caso del “Obsession”, quien lo protegía era el CPS (Cartel del Pacífico Sur), uno de los tantos grupos que surgieron a raíz de que mataron a Arturo Beltrán Leyva, y éste era encabezado por Julio de Jesús Radilla Hernández, mejor conocido con el mote de “El Negro Radilla”.
Avisado de lo que estaba ocurriendo, el dueño del centro nocturno, Alejandro Nava, pidió el apoyo de “El Negro”, que controlaba la plaza de Jiutepec, y en cuestión de minutos llegaron al lugar varios de sus sicarios. Ya para esos momentos todos los ocupantes de los tres vehículos habían sido sometidos por los empleados del bar y estaban amarrados de pies y manos en el interior de un coche Honda. Enseguida llegaron dos camionetas y un taxi, a donde subieron a los seis hombres y la mujer y se los llevaron con rumbo desconocido.
Según declaraciones de los meseros que constan en la averiguación previa PGR/MOR/CV/207/V/2011, el dueño y gerente Alejandro Nava juntó a todos los trabajadores y a tres mujeres bailarinas que habían presenciado los hechos, para advertirles que nadie podía decir nada de lo ocurrido, o les pasaría lo mismo que a las siete personas que se acababan de llevar.
No volvieron a saber de los jóvenes, el militar ni la mujer, hasta que salió en los periódicos que habían encontrado siete cadáveres en un vehículo abandonado sobre la autopista Cuernavaca-Acapulco, a la altura de Las Brisas, asfixiados y con huellas de tortura.
Al gerente del tabledance no le preocupó la situación pues era algo hasta cierto punto “normal”. Así se ha trabajado siempre: “la maña” cobra derecho de piso, pero también ayuda al empresario cuando tiene ese tipo de problemas, y hasta son más eficaces que la Policía. Llegan, se llevan a los rijosos y los desaparecen, sin que nadie diga nada.
Así iba a ocurrir en este caso, sin embargo, sucedió algo que nadie tenía previsto.
Habían pasado 48 horas desde que ocurrió la trifulca en el Obsession cuando el gerente le habló al Negro Radilla.
-Ya hubo pedo carnal. Los federales y el Ejército andan como perros y esto está creciendo demasiado, ya salió hasta en las noticias nacionales- le dijo.
- Sí cabrón, es que uno de los güeyes era militar y por eso andan bien tendidos- contestó el jefe de plaza.
- No, no es por el militar. Parece que uno de los chavos es hijo de un personaje famoso, un tal Sicilia. Yo voy a cerrar esta madre y me voy a esconder un rato, creo que tú deberías hacer lo mismo.
- Ok, me voy a ir a Veracruz en lo que se enfría todo esto. Pero que conste que yo lo hice porque tú me lo pediste, así que todo va a ser a costa tuya ¿eh?
- Está bien- dijo resignado el empresario- mañana te mando una lana y dos vehículos para que te muevas.
Efectivamente, no fue tanto que Alvaro Jaimes fuera un elemento de la Sedena, sino que entre los jóvenes iba Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta, periodista y activista Javier Sicilia Zardain, quien al grito de “Estamos hasta la madre”, encabezó una marcha de 20 mil personas el 6 de abril de 2011 y una caminata que duró tres días hasta el zócalo de la ciudad de México a principios de mayo de ese mismo año.
Fue hasta entonces que el gobierno federal tomó a su cargo las investigaciones y comenzó “la cacería” contra los responsables, lo que incluyó al gerente del “Obsession” y a los meseros que estaban trabajando esa noche del 26 de marzo del 2011, quienes pasaron 12 años en prisión antes de ser declarados inocentes.
HASTA EL LUNES.