Sin duda que Mario Tamez Fernández fue maestro de toda una generación de reporteros de Seguridad Pública (mejor conocidos como notarrojeros), cuyo fallecimiento deja un vacío difícil de llenar. No solamente era su archivo fotográfico y de video sobre los hechos policiacos de las últimas décadas, sino la forma tan especial de relacionarse con la gente.
Don Mario era el claro ejemplo de lo que escribió Ryszard Kapuściński: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.
Pero además Mario era un “estuche de monerías”: paramédico, radioaficionado, mago y cantante, entre otras facetas. Lo conocí en 1989, cuando llegó a las instalaciones del periódico “La Opción de Morelos”, en la calle 16 de septiembre de la colonia Acapantzingo, llevando consigo un bonche de hojas escritas a máquina y un montón de fotografías sangrientas.
Al cierre del diario, Ricardo Sámano decidió poner una revista. “Búsqueda”, se llamó, y la contraportada estaba dedicada a la nota roja, así que era mitad política y mitad información policiaca, pero la gente la buscaba por leer a don Mario.
Además de leer minuciosamente sus notas (era mi obligación como jefe de Redacción), a los trabajadores de esa empresa editorial nos encantaba escuchar a “Macro” (su nombre de mago), porque siempre tenía historias reales para mantenernos entretenidos por horas.
El leer sus escritos antes de ser publicados me serviría mucho para incursionar en la crónica policiaca. Cuando en El Universal Morelos se quedaron sin reportero de nota roja, y yo les dije que había trabajado con Mario Tamez (en realidad solamente corregía sus notas), me dieron el puesto inmediatamente. Así, llegué un buen día a la Procuraduría de Justicia llevando orgullosamente un radio de policía, y una cámara digital, dispuesto a que no se me fuera ningún levantamiento de cadáver.
Fue una bonita época de sana rivalidad entre los periódicos. No puedo olvidar la escena de Sergio Gómez Guerra y un servidor haciendo guardia en una Caribe estacionada frente a la tortería La Cubana, que fue el sitio más estratégico que encontramos para tener cubierta la ciudad en caso de que hubiera un accidente u homicidio, llegar antes que René Orta, del Sol; Carlos Pérez, del Diario y Pancho Rendón, de El Regional. Sabíamos que Don Mario no salía de su casa a menos que reportaran un homicidio.
De todos los antes mencionados, sólo seguimos vivos Pérez Orihuela y el que esto escribe.
Son muchas las anécdotas que compartimos con Mario Tamez, quien después de “Búsqueda” puso su revista, primero llamada “Código del Crimen” y después “Crónicas del Crimen”. Carlos Quintero y yo intentamos hacerle la competencia con “Código Rojo”, pero con la aparición de “El Extra”-de publicación diaria- se terminó la época de las revistas policiacas.
Una de las anécdotas más fuertes que nos contó don Mario Tamez fue cuando descubrió que el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva había llegado a Morelos. Dice que se dirigía a su casa por el rumbo de Chulavista, y que al pasar por San Antón observó que unos hombres vestidos de negro estaban haciendo una detención, pues tenían a dos masculinos tirados en el piso, haciéndoles revisión.
Macro sacó su cámara de video y comenzó a grabar, asumiendo que se trataba de una acción policiaca en contra de la delincuencia que como periodista podía tomar evidencia. En ese momento se le acercó uno de los hombres armados y lo empujó diciéndole que no grabara, lo que molestó mucho al reportero pues él sólo estaba haciendo su trabajo.
Al otro día, con el coraje entripado se fue a ver al delegado de la Procuraduría General de la República, en la colonia Chipitlán, para quejarse del maltrato de sus elementos de la Policía Judicial Federal, pero la respuesta que le dio el funcionario lo dejó estupefacto:
“No don Mario, los hombres de negro no son nuestros, nuestros policías eran los que estaban en el suelo. Siguen desaparecidos y tememos lo peor”. Era el sexenio del panista Marco Adame Castillo.
Don Mario fue muy querido y respetado por todos los procuradores de Justicia y jefes de la Policía, pero también por los comandantes. Era muy amigo (y en ocasiones sus archivos sirvieron para resolver crímenes), del jefe de Homicidios de la entonces Policía Judicial del Estado, José Luis Estrada Aguilar (asesinado cobardemente hace un par de años), y también de Enrique Flores Reyna.
Otra característica que tenía don Mario es que era exageradamente ordenado y metódico. Todas sus fotografías, todos sus videos, todas sus revistas, las tenía ordenadas en riguroso orden cronológico. Siempre consideré que alguna corporación debería adquirir ese archivo para darle un uso en beneficio de la sociedad, ya sea para estudios criminológicos o simplemente como base de datos de delincuentes.
Se retiró de la actividad periodística hace algunos años, y seguía en contacto con algunas personas que fueron sus compañeras en la Procuraduría de Justicia y de Televisa, hasta hace aproximadamente un mes, que dejó de escribir en el Whatsapp. El lunes 28 de octubre su corazón dejó de latir.
Jorge Jiménez, quien fuera su último jefe en el noticiero de Televisa, fue el encargado de dar la infausta noticia:
“Con mucha tristeza despido a un hombre distinto, cuya vida y legado han marcado un antes y un después en mi paso por Televisa. Trabajar con él fue un privilegio de vida. Ser su amigo un premio. Gracias Mario Tamez Fernández”.
Desde este humilde espacio enviamos nuestro pésame a su esposa y a sus hijos de don Mario Tamez, quienes pueden estar satisfechos por las aportaciones que hizo Macro al periodismo en Morelos, y orgullosos de haber tenido un extraordinario ser humano como esposo y padre.
HASTA MAÑANA.