Todos saben quién fue el o los asesinos, pero no lo pueden decir porque va su vida de por medio en virtud de que, como lo establecimos desde el principio, todos son reos del Penal de Atlacholoaya.
A eso se debe que en estos momentos haya quince internos bajo proceso judicial por el homicidio de Hilario Montaño. No es porque todos sean culpables, sino que ninguno de ellos quiso delatar al homicida, acogiéndose al derecho constitucional de guardar silencio.
Pero para entender este episodio de terror hay que repasar lo que sucedió el dos de enero pasado y que aquí lo dimos a conocer basándonos en los testimonios de los custodios que estuvieron involucrados.
Esa noche, alrededor de la una de la madrugada, el vigilante que estaba a cargo del Dormitorio cuatro escuchó gritos. ¡Custodio! ¡custodio!, decían.
Entre celadores e internos se da con frecuencia una relación de cordialidad, casi de amistad. Por eso cuando escuchó voces desde adentro, el hombre no entró a la defensiva sino con exceso de confianza, siendo fácil para los reos someterlo y dejarlo amarrado debajo de los lavaderos del área común del dormitorio. Estos custodios no usan arma de fuego precisamente para evitar que los despojen de las mismas y atenten contra ellos.
Previamente, Hilario Montaño Montes, Ulises Jonathan Bobadilla Medina, y los hermanos Santiago y Antonio Domínguez Vázquez se las habían arreglado para introducir poco a poco y con la complicidad de sus compañeros de dormitorio, pedazos de madera y alambre con lo que formaron tres escaleras de tres metros cada una. Fue fundamental para esta operación contar con una herramienta especial para cortar alambre, misma que sirvió también para cortar la malla que separa el dormitorio cuatro del llamado “círculo de seguridad” y enseguida otra que permite llegar a la zona llamada “de hombre muerto”.
La falta de suficientes lámparas en esa zona permitió que los responsables de la video-vigilancia no se percataran de los cuatro hombres que traspasaron la primera malla ciclónica y después la segunda. En la punta iba un sujeto armado únicamente con alicatas, y atrás tres hombres, cada uno cargando una improvisada escalera.
La seguridad del círculo previo a la “zona de hombre muerto” consiste en un vehículo que recorre cada media hora todo el perímetro, pero sus recorridos son sistemáticos, así que cuando vieron pasar la camioneta del custodio, supieron que tenían 30 minutos antes de que volviera a pasar.
Así, tuvieron el suficiente tiempo para ensamblar las tres escaleras y llegar hasta la cima de la barda de nueve metros. ¿Cómo evadieron la cerca de navajas que circula toda la barda del penal? No se sabe cómo, pero estos reos sabían que la cerca de navajas no está fija en la barda, por lo que sólo utilizaron un palo de madera para abrir un espacio entre la barda y la cerca. De ahí solamente tuvieron que atar una cuerda para deslizarse como si fuera un acto de rapel hasta llegar al otro lado de la barda donde solamente hay maleza.
¿Y los custodios que estaban en la Torre de Vigilancia y que se encargan de dispararle a cuanta persona pise la “zona de hombre muerto”?
Hay dos circunstancias que les favorecieron a los perpetradores de la fuga: la primera es que quienes estaban a cargo de la torre seis no eran custodios sino custodias. La segunda es que las dos mujeres estaban cumpliendo un turno no de 48 horas como está contemplado, sino de 72 horas, es decir, en teoría llevaban casi tres días sin dormir.
La razón es que existe una costumbre que ya se hizo ley entre los custodios: la mitad se queda tres días de guardia mientras la otra mitad disfruta la navidad con su familia, y luego cambian para que los primeros puedan pasar el año nuevo sin limitaciones de tiempo.
La fuga se dio el dos de enero entre las 12:40 y la una con veinte minutos de la madrugada, así que es entendible el nivel de cansancio que tenían las dos mujeres cuyo deber era vigilar la zona por donde pasaron los reos en su huida.
Pero no solamente ellas dormían. También hacía lo propio el custodio encargado de realizar los rondines. “A las 12:40 terminé mi rondín, le entregué las llaves a mi compañero y me acosté a dormir”, declaró ante el Juez.
Dormía también el subjefe de turno y el jefe de turno. Todos llevaban casi tres días sin dormir a cambio de haber disfrutado previamente de tres días sin trabajar.
¿Y el centro de videovigilancia? Los directivos admitieron que son pocas las cámaras que sirven, y lo más seguro es que el encargado del monitoreo también haya estado dormido.
Así, los internos fugados llegaron hasta el exterior, recorrieron un kilómetro entre la vegetación y llegaron hasta donde, seguramente, los estaba esperando un vehículo. ¿Cómo se pudieron coordinar para saber dónde venían? Para quienes no lo saben, las principales compañías de telefonía celular tienen en el Penal de Atlacholoaya su mejor mercado de consumidores.
Durante la audiencia oral que se llevó a cabo en el edificio de Morrow, en el centro de Cuernavaca, el fiscal de la Procuraduría de Justicia cuestionó así a uno de los custodios:
-¿Notó usted algo extraño o inusual esa noche en el Penal?-.
- Hummmm. Si. El jefe de turno nos juntó a todos como a las diez de la noche para invitarnos a echarle más ganas a nuestro trabajo. Nunca lo había hecho.
Para atender el llamado de su jefe, los custodios desatendieron por espacio de hora y media su trabajo de vigilancia. Pero hasta ahora, al igual que el resto de los vigilantes, el jefe de turno está bajo proceso judicial pero en libertad.
Enterados de que uno de los fugados había sido recapturado, los abogados defensores de los custodios imputados solicitaron al Juez que lo llamara a comparecer en calidad de testigo de los hechos, al igual que la encargada de la dirección del Penal y otros funcionarios. Su declaración sería determinante para exonerar a aquellos custodios acusados injustamente.
Sin embargo, el día de la audiencia el personal del Juzgado dio cuenta al titular del mismo sobre la respuesta de la autoridad penitenciaria.
“El Centro Estatal de Reinserción Social Morelos ha contestado su oficio de requerimiento comunicándonos que no es posible trasladar al interno Hilario Montaño Montes para que comparezca en calidad de testigo en virtud de que éste ha fallecido”, contestó lacónico el oficial judicial.
Efectivamente, Hilario Montaño Montes, a quien habían recapturado apenas 24 horas después de que se conoció de la fuga, fue encontrado muerto en la entrada del baño comunal.
Carlos Becerril, el custodio que estaba encargado del área de ingresos, de la celda 30 a la 37, en la segunda planta del inmueble, asegura que a las 19 horas del 7 de enero que pasó lista por última vez en la celda 32, “todos contestaron presente”.
Sin embargo, el estudio de cronotanatodiagnóstico elaborado por la Procuraduría de Justicia arroja un dato revelador: el cuerpo tenía entre 16 y 20 horas de haber dejado de respirar, tomando como referencia la hora del levantamiento que quedó registrado a las 11 horas del día 8 de enero.
En un principio se comenzó a manejar la versión de que el hoy occiso había muerto debido a golpes recibidos antes de su reingreso, implicando directamente a los elementos de la Policía Ministerial que lo encontraron en su casa del municipio de Jojutla.
Incluso, había testimonios en el sentido de que cuando Hilario fue reingresado “cojeaba de una pierna”, y que no fue certificado porque no había médico en ese momento.
Sin embargo, el dictamen presentado por el especialista que realizó la necropsia en la PGJ los exoneró de cualquier responsabilidad, pues asentó que la causa de muerte fue “por asfixia por estrangulación armada, aunado a que presentaba golpes y escoriaciones en el cuerpo”.
Por increíble que parezca, los 16 internos que compartían la celda 32 aseguran no haber visto ni escuchado nada hasta que, a las 5:30 de la madrugada, encontraron muerto al preso número 17, sin camisa ni zapatos, y visiblemente golpeado.
Debido a esa circunstancia poco creíble, el Ministerio Público ordenó la detención de todos los internos que ocupaban la celda 32 esa noche, así como el custodio responsable de la misma y su supervisor.
“Ante las pruebas y alegatos interpuestos por el Ministerio Público en Audiencia de Control de Detención, Formulación de Imputación y Medidas Cautelares, el Juez decretó de legal la detención de los 16 reos relacionados con el homicidio de Hilario Montaño Montes”, difundió la Procuraduría de Justicia a través de un comunicado de prensa que –como ya es costumbre- reenvió la Secretaría de Información y Comunicación Social del Gobierno Estatal, agregando que sería el 16 de enero cuando se efectuaría la audiencia de vinculación.
Pero llegado el día mencionado, y habiendo concluido la audiencia referida, la PGJ envió un comunicado que decía: “El Juez de Control y Juicio Oral vinculó a proceso penal a los reos relacionados con el homicidio del ex convicto Hilario Montaño Montes, luego de que el Agente del Ministerio Público presentara pruebas contundentes ante la autoridad judicial. Asimismo, fijó tres meses para el cierre de las indagatorias”.
Como se puede advertir, la dependencia mencionaba a “los reos” pero ya no decía cuántos. Cuando los reporteros que cubren los juicios orales preguntaron al Juez cuántos eran los internos imputados que habían quedado sujetos a un proceso penal la respuesta fue contundente: 15 internos.
Entonces ¿dónde quedó el preso número 16?
HASTA MAÑANA