En Panóptico Rojo hemos comentado ya, en el 2017, acerca de la crisis de poder que estalló en Juba, en 2013, lo que provocó que Sudán del Sur entrara en una espiral de violencia política y étnica, que se ha extendido por muchas partes del país, causando la muerte de miles de mujeres, niños y hombres.
Desde entonces, más de tres millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares debido a la guerra, de las cuales cerca de dos millones han buscado refugio en países vecinos como Etiopía, Kenia, Sudán y Uganda; a pesar del tratado de paz que se negoció en 2015, la violencia continúa aumentando y miles personas deben abandonar su lugar de origen.
Al respecto, la organización humanitaria Oxfam ha señalado que es la mayor crisis de refugiados del continente africano, y una de las crisis alimentarias más graves del mundo: al verse obligadas a abandonar sus granjas y ganado, estas comunidades pierden la principal fuente de alimentación de sus familias; la economía del país cae y los precios de los alimentos y combustibles se disparan, además de que las reservas de alimentos se han agotado.
De esta manera, el conflicto y el colapso de la economía han provocado que más de cinco millones de personas, el 45 por ciento de la población, se enfrenten al hambre extrema: la gente más vulnerable, atrapada en medio del conflicto, es la que sufre peores consecuencias.
En agosto del 2017, el Centro de Noticias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) difundió la preocupación del Consejo de Seguridad por el nivel de necesidades humanitarias “sin precedentes” y la amenaza de hambruna que enfrentan más de 20 millones de personas en Yemen, Somalia, Sudán del Sur y el noreste de Nigeria; se hizo énfasis en que además de las acciones de respuesta ante esta crisis, era fundamental poner fin a los conflictos, abordando sus causas subyacentes de manera inclusiva y sostenible.
El Consejo también deploró en aquella fecha que en algunas zonas no se logre garantizar el acceso de los equipos humanitarios, y pidió a las partes acabar con los obstáculos para entregar asistencia vital a los civiles; también exhortó a los Estados Miembros a proporcionar recursos adicionales para librar a las personas de la amenaza de hambruna.
Los recientes acontecimientos políticos en Sudán incluyen la renuncia del presidente Omar al-Bashir -que llevaba casi 30 años en el poder y está acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad por la Corte Penal Internacional-, además de las protestas sociales que han surgido en el país, por lo que existe preocupación de organismos internacionales respecto a la protección de los civiles, de manera especial en Darfur, donde continúan los enfrentamientos y la crisis humanitaria se agrava con la devaluación de la moneda, la inflación especialmente en lo que respecta a comida y medicamentos, el declive del poder adquisitivo y los cortes intermitentes en los suministros de alimentos y combustible.
En el presente mes de junio, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó la reciente ola de violencia en Sudán e instó al inmediato cese de los ataques contra civiles, luego de una represión violenta tras la que murieron 110 personas; además, en un comunicado, pidió a las partes trabajar de forma conjunta para alcanzar una solución en la crisis actual y facilitar un proceso de transición, ya que una junta militar ostenta el poder en el país.
Cabe mencionar que en redes sociales y a medida que se difunden las noticias de la crisis en Sudán, los usuarios están cambiando sus imágenes de perfil al color azul, en solidaridad con los manifestantes en Sudán y en un intento de crear conciencia sobre la violencia infligida a civiles por gobernantes militar; con dicho color se recuerda a Mohamed Hashim Mattar, un joven que fue asesinado durante la represión del pasado tres de junio en Sudán; el color era el avatar de Mattar en Instagram.
En la semana que concluye se dio a conocer que la falta de alimentos en Sudán del Sur alcanzará cifras récord, por lo que la proporción de personas con inseguridad alimentaria proyectada entre mayo y julio -un 61 por ciento a finales de julio- es la más alta jamás registrada: casi siete millones de sursudaneses se enfrentarán a acentuados niveles de inseguridad alimentaria a finales de julio, de acuerdo con un estudio conducido por el gobierno de la nación africana en colaboración con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos.
Ello representa alrededor de 21 mil personas que sufrirán los peores efectos o una situación catastrófica, según la escala gradual de la evaluación, seguidos por 1.82 millones que se enfrentarán una situación de emergencia y cerca de 5.12 millones que sufrirán una etapa de crisis alimentaria; al respecto, el representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación en el país, Meshack Malo, indicó que la recuperación de la producción de alimentos depende de la paz en el país.
¿Qué es un “daño colateral”? El concepto fue agregado en tiempo relativamente reciente al vocabulario castrense para señalar las consecuencias accidentales de las intervenciones militares; el término sugiere una desigualdad existente de derechos, ya que acepta a priori la distribución desigual de los costos que implica emprender dicha acción.
Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, en su libro “Daños colaterales: Desigualdades sociales en la era global”, traslada el concepto de "daño colateral" a las víctimas de una sociedad movida por afanes egoístas y desmedidos de lucro; la mayor parte de esas víctimas son quienes se encuentran en las mayores condiciones de pobreza y marginalidad.
Y en medio de una globalización que escapa a todo control, un daño colateral implica, a decir de Bauman, “asumir tácitamente una ya existente desigualdad de derechos y oportunidades, y pensar que esos daños no son lo suficientemente importantes como para justificar los gastos de prevenirlos ni tenerlos en cuenta a la hora de planificar”.
La visión que tiene Bauman de la sociedad contemporánea no es totalmente pesimista, sino generadora de opinión: en la fase de globalización desenfrenada que hemos alcanzado, se requiere renovar los factores esenciales de solidaridad humana, en un marco de “creación de opinión y de formación de voluntades”.
A nuestro alrededor crece la desigualdad social y se incrementa el sufrimiento humano, relegado al estatus de 'colateralidad': No perdamos el sentimiento de solidaridad que nos lleva a indignarnos contra el término “descartable” y actuemos, en la medida de nuestras fuerzas, para reducir la marginalidad.
“Lo que hacemos por nosotros mismos, muere con nosotros; lo que hacemos por los demás y por el mundo, permanece y es inmortal”, comentó en el siglo XIX el abogado y escritor estadounidense Albert Pike. Coincidimos.