Este sábado, 21 de septiembre, se conmemoró el Día Internacional de la Paz. No sería acertado escribir que “se celebra”; se faltaría a la verdad si en realidad creyéramos que se puede celebrar en estos momentos a la paz, ya que en el mundo hay terrible violencia y conflictos desestabilizadores, sin olvidar las crecientes tensiones sobre los recursos y los movimientos masivos de personas, que están afectando a todos los países.
El Día Internacional de la Paz se estableció en 1981, por la resolución 36/67 de la Asamblea General de la ONU; dicha fecha se eligió para que coincidiera con la sesión de apertura de dicha Asamblea, que se celebra anualmente el tercer martes de septiembre; la primera vez que se conmemoró el Día de la Paz fue en el año de 1982.
Posteriormente y en el 2001, la Asamblea General aprobó por unanimidad la resolución 55/282 que estableció el 21 de septiembre como un día de cesación del fuego y de no violencia a nivel mundial: la ONU invita entonces a todas las naciones a que cumplan con un cese de hostilidades durante ese día y a que se refuercen los ideales de la paz en todos los pueblos del mundo.
El mensaje y la campaña de este año, 2019, se centra en la importancia de combatir el cambio climático con el fin de proteger y promover la paz en todo el mundo.
Al respecto, la ONU destaca que el cambio climático ocasiona amenazas claras para la paz y la seguridad internacionales, al referir que los desastres naturales desplazan tres veces más personas que los conflictos, obligando a millones a abandonar sus hogares y buscar la seguridad en otros lugares; además, la salinización del agua y los cultivos está poniendo en peligro la seguridad alimentaria, y el impacto sobre la salud pública está aumentando.
En declaraciones a los jóvenes maoríes y personas de las islas del Pacífico en Nueva Zelanda, en el mes de mayo pasado, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, dijo que “la naturaleza no negocia” e hizo hincapié en cuatro medidas clave a las cuales deben dar prioridad los gobiernos con objeto de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050: cobrar impuestos a la contaminación, no a las personas; dejar de subvencionar los combustibles fósiles; dejar de construir nuevas centrales de carbón para 2020; concentrarnos en una economía verde, no en una economía gris.
“Es posible alcanzar nuestros objetivos, pero necesitamos decisiones, voluntad política y políticas transformadoras que nos permitan seguir viviendo en paz con nuestro propio clima”, aseveró Guterres.
Cabe mencionar que en este mes de septiembre, el secretario general de la ONU realizó una visita a las Bahamas, tras la cual declaró que, aunque ha sido testigo de los efectos de muchos desastres naturales en virtud de sus distintos cargos, nunca había visto uno con el grado de destrucción del huracán Dorian a su paso por el país caribeño.
“El huracán Dorian ha sido catalogado por su intensidad como de categoría 5. Yo creo que tiene que ser catalogado como un huracán con categoría del infierno. Pero está claro que no lo ha traído el diablo. Ahora hay más huracanes, son más intensos y más frecuentes, y están originados por el cambio climático”, señaló Guterres, al tiempo de resaltar lo injusto que es el hecho de que los pueblos de las naciones que no han contribuido al cambio global estén en la primera línea de frente de sus consecuencias y apuntar que "si no revertimos esta situación, veremos la multiplicación de tragedias como esta hacerse más intensas y frecuente".
De igual modo, anotó que la comunidad internacional tiene que extraer dos lecciones de este acontecimiento: “Primero, que tenemos que detener el cambio climático y tenemos que estar seguros de que revertimos la actual tendencia, en la que el ritmo del cambio es mayor que el que tenemos nosotros para frenarlo. Y segundo, que países como Bahamas, que no han contribuido al cambio climático, están en la primera línea de frente de la destrucción del cambio climático, y merecen la ayuda internacional no solo para poder responder por completo a la emergencia humanitaria, sino también para poder reconstruir el país y adaptar las comunidades de la isla” al calentamiento global.
Cabe recordar que en el año 2015 se conmemoró el 70 aniversario de las Naciones Unidas y los dirigentes mundiales se reunieron para aprobar la agenda de objetivos para un desarrollo sostenible en los próximos quince años, a fin de propiciar una acción significativa sobre el cambio climático; este próximo 23 de septiembre, las Naciones Unidas convocan una Cumbre de Acción Climática con planes concretos y realistas a fin de acelerar las acciones para aplicar el Acuerdo de París.
Dicha Cumbre se centrará en lo esencial del problema -los sectores que más emisiones crean y las áreas donde el desarrollo de la resiliencia podría marcar la mayor diferencia-, así como ofrecer a los líderes y socios la oportunidad de demostrar una verdadera acción climática y mostrar su ambición.
Este Día Internacional de la Paz, el llamado es a que todos tomen medidas destinadas a hacer frente al cambio climático, ya que todos los seres humanos son parte de la solución: desde apagar las luces hasta usar el transporte público, pasando por organizar una campaña de sensibilización en su comunidad.
Además y por un futuro mejor, somos todos nosotros los responsables de dar un mensaje de paz en el día a día: cambiemos la espiral de violencia en la que se encuentra inmerso nuestro presente, y recordemos que las pequeñas acciones ayudan a crear grandes cambios; por supuesto: si antes no encontramos la paz en nosotros mismos, ¿cómo podemos exigirla para los demás? Después pensemos de cuántas maneras tan simples podemos brindar todos los días un pequeño mensaje de paz a otra persona, y como este mensaje repercute y es transmitido a otro.
Para el filósofo e historiador francés Jean-Pierre Vernant, el rol del mito de Pandora, según la versión del poeta Hesíodo, es el de la justificación teológica de la presencia de fuerzas oscuras en el mundo humano; al intentar Prometeo obtener para los hombres más de lo que debían recibir, arrastra entonces a la humanidad a la desgracia.
Lo anterior en plena concordancia con las palabras finales del discurso del papa Pablo VI, pronunciado un 4 de octubre de 1965 ante representantes mundiales en la ONU: “El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas”.
Un discurso en el que Pablo VI también señaló que había llegado la hora “en que se impone una pausa (…) volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia, en nuestro destino común. Nunca, como hoy, (...) ha sido tan necesaria la conciencia moral del hombre, porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán (...) resolver muchos de los graves problemas que afligen a la humanidad”.
De dicha fecha y de tales palabras han transcurrido 54 años; sin embargo, el sentido de las mismas continúa vigente al día de hoy; poco hemos avanzado para volver a pensar en un “común origen”, pese a los adelantos de los medios de comunicación que en su momento el teórico Herbert Marshall McLuhan analizó y describió en relación al mundo como una “aldea global” y a la humanidad como una “tribu planetaria”: descripción inexacta como fruto exclusivo del sistema comunicativo y con una “aldea” que podría catalogarse más como de “sumisión consumista” que de desarrollo mental o tendiente a buscar un “destino común”.
En el fondo del ánfora plena de males que Pandora llevó a los hombres, quedó atrapada la ‘elpis’. Como en la caja de Pandora, nos queda la esperanza... y, por supuesto, la acción.