En el 2018 se celebró, además, el 70 aniversario de dicha Declaración, la cual es el documento más traducido del mundo, disponible en más de 500 idiomas.
Todos podemos, y debemos, actuar en la vida cotidiana para promover los derechos humanos de las personas que nos rodean. Ya lo señalaba Nelson Mandela, activista sudafricano de los derechos civiles: “Privar a las personas de sus derechos humanos es poner en tela de juicio su propia humanidad”. Así, los derechos humanos protegen los intereses más vitales del ser humanos, con independencia de sus circunstancias o características personales.
Cabe recordar este día que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, recibió en el año 2016 el Premio Nobel de la Paz, por sus esfuerzos para poner fin a medio siglo de conflicto armado en Colombia; el mandatario, durante la ceremonia de entrega, hizo hincapié en que el galardón era un reconocimiento a las más de ocho millones de víctimas que ha dejado la guerra de Colombia durante 52 años.
Santos apuntó que el premio lo aceptaba “en nombre de cerca de 50 millones de colombianos –mis compatriotas– que ven, por fin, terminar una pesadilla de más de medio siglo que solo trajo dolor, miseria y atraso a nuestra nación. Y lo recibo –sobre todo– en nombre de las víctimas; de más de 8 millones de víctimas y desplazados cuyas vidas han sido devastadas por el conflicto armado, y más de 220 mil mujeres, hombres y niños que, para nuestra vergüenza, han sido asesinados en esta guerra”.
Transcribimos un par de párrafos del discurso de aceptación de Juan Manuel Santos, “La paz en Colombia: De lo imposible a lo posible”, en aquella ocasión:
“Adelantamos esta negociación haciendo un gran énfasis en los derechos humanos. Y de esto nos sentimos muy orgullosos. Las víctimas quieren la justicia, pero más que nada quieren la verdad, y quieren –con espíritu generoso– que no haya nuevas víctimas que sufran lo que ellas sufrieron. El profesor Ronald Heifetz, fundador del Centro de Liderazgo de la Escuela Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard, de donde me gradué, me dio un sabio consejo:
‘Cuando se sienta desanimado, cansado, pesimista, hable siempre con las víctimas. Son ellas las que le darán ánimo y fuerzas para continuar’. Y así ha sido. Siempre que pude, hablé con las víctimas de esta guerra y escuché sus desgarradoras historias. Algunas de ellas están aquí hoy, recordándonos por qué es tan importante que construyamos una paz estable y duradera”.
Y es que sin lugar a duda, los derechos humanos están bajo asedio en todo el mundo.
En nuestro país, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer, el 10 de diciembre del año pasado, la información del Censo Nacional de Derechos Humanos 2018, un proyecto de Censos Nacionales de Gobierno que se efectúa en los ámbitos federal y estatal y cuyo objetivo generar información estadística y geográfica de la gestión y desempeño, tanto de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) como de los Organismos de Protección de Derechos Humanos de las Entidades Federativas (OPDH’s),
Entre los datos que se aportaron en esa edición, se encontró que al cierre de 2017, la CNDH recibió 45 mil 639 solicitudes de queja y los OPDH recibieron 156 mil 822, además que del total de solicitudes recibidas por la CNDH y los OPDH, 39.4 por ciento fueron aceptadas y se procedió a abrir expediente; en 2017, la violación al principio de legalidad en el desempeño de la función pública fue el tipo de presunto hecho violatorio de derechos humanos más frecuente registrado en los expedientes de queja calificados por la CNDH y OPDH, con 23.5 por ciento y 9.4 por ciento, respectivamente.
No perdamos de vista que en nuestro país, a partir de la reforma constitucional del 10 de junio de 2011, las normas relativas a derechos humanos deben interpretarse con respecto de la propia Constitución y de los tratados internacionales en la materia, lo cual implica la creación de un “bloque de constitucionalidad”, para la interpretación del conjunto del ordenamiento jurídico mexicano.
Las víctimas tienen un papel relevante en dicha interpretación. En su artículo “Saliendo del baúl del olvido. Concepción de la víctima en el Derecho mexicano actual”, la doctora en Derecho, Amalia Patricia Cobos Campos, destaca que la revictimización es una realidad evidente y que “la única forma de cambiar estos paradigmas que atentan a los derechos humanos de las víctimas, es la capacitación de quienes intervienen en todas las fases del proceso, a partir del inicio de la investigación, a efecto de que entiendan el papel protagónico de la víctima y su responsabilidad en la protección de sus derechos”.
Agrega que “la enormidad de las cifras negras evidencian la falta de credibilidad de los afectados por el delito -léase víctimas- respecto a la posibilidad de acceder a la justicia, que se traduce en última instancia, en sufrir en silencio los embates de la criminalidad, asumiendo que es preferible no denunciar, a padecer doblemente, frente al agresor y frente al estado y su estructura de administración de justicia”.
Ya lo señalaba la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el año pasado: "Desafortunadamente, una vez más en nuestra historia, los derechos humanos se encuentran amenazados. Observamos en todo el mundo cómo pueden ser fácilmente eliminados por estereotipos deshumanizadores y por el auge de discursos intolerantes. Los conflictos, el extremismo violento y los desastres naturales pueden provocar caos y menoscabar los derechos de los elementos más vulnerables de la sociedad".
Pero el conmemorar una fecha no logra los cambios. Tampoco las buenas intenciones. Detrás de cada lucha por el respeto de los derechos humanos, existen personas. Y defensores. Ellas y ellos también tienen un día para conmemorar su esfuerzo, una fecha especial para reconocerlos: el 9 de diciembre, Día Internacional de las Personas Defensoras de los Derechos Humanos.
Existen grupos específicos de defensores pero, de manera general, la Relatoría Especial de la ONU sobre la situación de los defensores de los derechos humanos enumera los siguientes: mujeres defensoras de los derechos humanos; defensores de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales; defensores de los derechos relacionados con la tierra, la defensa del medio ambiente y la responsabilidad de las empresas; defensores que luchan contra la corrupción y la impunidad; defensores que trabajan a favor de los derechos de las minorías y los refugiados; periodistas y blogueros; abogados que trabajan en favor de la promoción y protección de los derechos humanos y los defensores que trabajan en países en guerra o en zonas de conflicto.
El titular de la Relatoría Especial sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Michel Forst, apuntó en fecha pasada que estas personas no sólo son los “Gandhi”, “Mandela” y “Malala” sino que “son individuos comunes, abogados, mujeres, líderes comunitarios, periodistas, sindicalistas o defensores del medio ambiente que luchan por reconquistar las garantías y libertades fundamentales (…) Son miles de individuos y grupos en el mundo (…) educando, despertando conciencia y pidiendo rendición de cuentas a los gobiernos por sus acciones”.
Es importante resaltar que el derecho internacional reconoce el papel clave de estas personas en la tarea de poner fin a las violaciones de los derechos humanos, pero los activistas luchan contra numerosos obstáculos para disuadirlos y lo que es aún más grave, según agrega también Forst, es que muchas veces las leyes se promulgan para criminalizar la labor de los defensores o para cortar su financiamiento, además de que se les estigmatiza de manera denigrante y hostil para intimidarlos y silenciarlos: los defensores enfrentan cada vez más riesgos y varios viven bajo amenaza constante, aunque esté surgiendo una sociedad civil mejor organizada.
Las amenazas que enfrentan los defensores son físicas, psicológicas, económicas y sociales, además de que responden a múltiples factores como las malas prácticas de gobierno o la ausencia del estado de derecho, el aumento del odio, del racismo, de la intolerancia, de la represión y de los fundamentalismos religiosos; proceden además de una pluralidad de actores: políticos, económicos, religiosos, estatales o privados.
La Resolución A/RES/53/144 de la Asamblea General de la ONU mediante la que se aprueba la "Declaración sobre los defensores de los derechos humanos" se dirige no sólo a los Estados y los defensores de los derechos humanos: destaca que todos tenemos una función que desempeñar como defensores de esos derechos, y privilegia la existencia de un movimiento mundial en el que todos estamos inmersos.
En 2018, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y las Oficinas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) para América Central, América del Sur, Colombia, Guatemala, Honduras y México, se unieron en un llamado a los Estados y a la sociedad en su conjunto para que redoblen sus esfuerzos en la creación de un ambiente propicio y seguro para quienes defienden los derechos humanos, ya que sus actividades de vigilancia, denuncia y difusión, así como el apoyo a las víctimas, la representación y defensa de personas cuyos derechos se ven amenazados, y su lucha contra la impunidad y la corrupción, contribuyen de manera especial al respeto, protección y promoción de los derechos humanos y libertades fundamentales de todas las personas en la región.
El vínculo entre derechos humanos y utopía se desprende del carácter ideal de ambos, al tratarse de aspiraciones aún no alcanzadas. Podríamos coincidir con lo que expresó Juan Manuel Santos al recibir el Nobel, al recordar que en 1982 comenzaron los esfuerzos para alcanzar la paz de Colombia: en ese mismo año, en Estocolmo, Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura y habló de ‘una nueva y arrasadora utopía de la vida (…) donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra’”.
Eleanor Roosevelt, que figuraba entre los principales autores de la Declaración Universal de Derechos Humanos, dijo en una ocasión: "Ser humano no sólo es un derecho, es un deber. No se puede aportar nada útil a la vida sin él”. Coincidimos.