En la semana que concluye, diversos medios de comunicación dieron cobertura a la presentación del informe “Estado de Censura” de la organización Article 19, cuyos integrantes califican al documento como “un diagnóstico del ejercicio a la libertad de expresión en nuestro país”. Y agregan que “el miedo, la impunidad y la violencia son elementos demasiado comunes para la prensa en México”.
La organización fue fundada en Londres en 1987, y la oficina para México y Centroamérica comenzó su labor en el año 2006; su trabajo consiste fundamentalmente en promover estándares internacionales en materia de mecanismos de protección, “para salvaguardar el pluralismo, independencia editorial y diversidad de opiniones, en los medios de comunicación”.
Article 19 toma su nombre precisamente del artículo décimo noveno de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, considerada ésta como fundamento de las normas internacionales sobre derechos humanos y que sobre el particular señala lo siguiente: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Darío Ramírez, director de la Oficina para México y Centroamérica de Article 19, hace la presentación editorial del documento “Estado de Censura”, destacando que el miedo de la prensa crece día con día, pero que “el silencio o dirigir la mirada hacia otro lado no son opciones”, porque “la abollada transición democrática que arrancó en 2000 necesita de una prensa vigorosa, fuerte, oportuna e independiente”.
Leer estos adjetivos aplicados al término “prensa” me recuerdan a un periodista mexicano, famoso en los años treinta. Eduardo Téllez Vargas, mejor conocido como “El Güero Téllez”. Nacido en 1908 y por cierto, originario de Yautepec, Morelos, escribió un libro con las memorias de sus mejores casos, señalando en él que nunca se consideró capitalino, sino morelense.
Antes de ser periodista, Téllez fue campeón de baile en el Salón México, jugador profesional de béisbol, incluso lanzando para el equipo de a Procuraduría General de la República, y posteriormente, dejando los deportes de lado, fue estudiante de la carrera de Derecho. Tuvo algunas dudas para elegir la profesión a la cual se dedicaría, dudas que se disiparon cuando su hermano Armando, quien fuera editorialista en Excélsior, fue fusilado en el Ajusco luego de haber publicado su último artículo, “Los Huicholobos de Cristo”, en el que criticaba la persecución que sufría la comunidad católica. Fue en el sepelio de Armando que “El Güero Téllez” decidió ser periodista.
Téllez recuerda en sus memorias que “el periodismo en 1930 era más bohemio y al periodista se le quería y respetaba porque tenía un gran sentido de la decencia y la honestidad y era incapaz, por lo tanto, de recibir cinco centavos de nadie (…) Para que una persona se considere un profesional del periodismo debe ser honesta, culta y debe estar dispuesta a decir la verdad”.
Y agregaba que “si un individuo se mete a reportero para ver cuánto gana, o a redactor para recibir el consabido ‘sobre’ de la oficina de prensa de alguna secretaría, ese hombre nunca será periodista, sino un bandolero del periodismo”.
“Una prensa vigorosa, fuerte, oportuna e independiente”. En medio de la situación actual que viven los periodistas en México, en donde -de acuerdo al informe de Article 19- cada 26 horas un periodista sufre una agresión, en donde se documentan 326 ataques contra comunicadores en 2014 y en donde el promedio de dichas agresiones contra la prensa se ha duplicado, pasando de una cada 48 horas, en el sexenio 2006-2012, a una cada 26,7 horas a partir del año 2012, pareciera que realmente estamos hablando de un ‘mito’, entendido éste como “una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico”, tal como es la definición de la Real Academia Española.
O podríamos hacer referencia a una publicación del 2012 en la que la Red Internacional de Enlace y Apoyo Ciudadano, echaba de menos al “Güero” Téllez: “al reportero literato investigador, ‘como los de antes’, cuando la realidad jugaba vencidas con la imaginación y salía triunfante, y el horror de las verdades humanas más abyectas resultaba sublimado y embellecido por el arte, por la maestría de notas y fotografías que han quedado, indudablemente, para la posteridad. A veces la literatura, el periodismo y la fotografía reflejan la paradójica belleza del horror”.
Pero el horror de las verdades humanas en México es el siguiente, retomando los datos correspondientes al año pasado: 5 periodistas asesinados y 326 ataques a comunicadores, de los que 142 fueron físicos, 53 por intimidación y presión, 45 detenciones arbitrarias, 44 amenazas y 5 de difamación, entre otros. Siendo los cinco estados con más ataques a periodistas los de Guerrero, Veracruz, Quintana Roo, Oaxaca y el Distrito Federal, además de que el 48 por ciento de las agresiones contra la prensa fue cometido por funcionarios públicos, policías en su mayoría, siendo la delincuencia organizada responsable en sólo el 2 por ciento de los ataques.
Sin olvidarnos de incluir la violencia contra mujeres periodistas, que también ha aumentado en un 20 por ciento más que en el 2013: 63 casos en 2014, con “violencia diferenciada, con connotación sexual y ataques a la familia y a los hijos”. Y por supuesto, los atentados con explosivos o armas de fuego, que son otra constante y de los que Article 19 tiene contabilizados 53 desde el 2006, afectando en mayor medida a los periodistas en los estados del norte del país, principalmente Tamaulipas, Chihuahua y Nuevo León.
Las historias de represión y los nombres de periodistas afectados por la espiral de violencia nos llegan a la mente con facilidad: Gregorio Jiménez, Pedro Canché, Regina Martínez, Indalecio Benítez, Adrián López, Moisés Sánchez, Karla Silva, entre muchos otros de una larga lista. Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el 89 por ciento de los delitos contra periodistas permanecen impunes, y según un informe de Reporteros Sin Fronteras, México ocupa el lugar 148 de la clasificación mundial sobre libertad de prensa, entre 180 países
“Sólo puede haber buen gobierno cuando los periodistas tienen libertad para examinar, escrutar y criticar las políticas y las actuaciones”, fue el mensaje del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki Moon, durante el Día Mundial de la Libertad de Prensa celebrado el 3 de mayo del año pasado; triste situación la de México, en donde en las últimas dos décadas, 82 periodistas han sido asesinados.
Durante la presentación del informe “Estado de Censura”, la periodista Carmen Aristegui dirigió un mensaje apuntando que se libra una batalla que podría ser ‘una piedra a la luna’, “pero hay que darla. La batalla por la libertad de expresión, las luchas por la libertad de decir, por el derecho a escuchar, por el derecho a estar informados, son batallas que se tienen que dar colectivamente, son batallas que se tienen que dar desde la sociedad y desde los propios periodistas (…) Si no damos las batallas correctas con la firmeza, con la claridad, con la inteligencia y con la imaginación necesarias, vamos a perder”.
Coincido plenamente. Aunque algunos señalen que es inútil ‘tirar piedras a la luna’, se puede saber ‘quién tira más lejos’. Aunque para lograrlo, cada periodista debe apoyarse en los valores éticos que permitan a México obtener una prensa “vigorosa, fuerte, oportuna e independiente”.