Desde la década de los ochenta, Meade empezó a demostrar aptitudes de liderazgo en el PRI-Morelos, habiéndose desempeñado como presidente del Comité Directivo Estatal, amén de que ha sido diputado local y federal. Porque no es ningún improvisado, la clase política local y el propio Comité Ejecutivo Nacional del PRI le reconocen su trayectoria y pericia. Tiene, pues, calidad para opinar sobre los temas trascendentes del tricolor en nuestra entidad y visión para cuestionar lo que no se está haciendo bien respecto a la conducción social. Hoy aspira a la titularidad del Poder Ejecutivo.
Ayer lo escuché haciendo un duro señalamiento al diputado local Amado Orihuela Trejo, presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional, a quien le reclamó haber quebrantado un compromiso pactado con los aspirantes a la candidatura gubernamental tricolor bajo el siguiente tenor: conducir el proceso interno de manera objetiva e imparcial sin participar en él. Asimismo, Meade Ocaranza impugnó el hecho de que recientemente Orihuela Trejo haya difundido una encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), cuyo director es Federico Berrueto, pagada por el Comité Directivo Estatal (según expresó Meade Ocaranza), en la cual el dirigente partidista aparece como el mejor posicionado rumbo a las elecciones concurrentes del primero de julio de 2012. Ambas cosas, a juzgar por las apariencias, irritaron sobremanera al famosísimo “Fraile”, quien no dudó en lanzar un exhorto a Amado para separarse del liderazgo tricolor, fomentar la equidad y contribuir a la unidad.
La posición asumida por Meade Ocaranza me hizo recordar el contexto de la XXVI Sesión Extraordinaria del Consejo Político Nacional del PRI efectuada el 13 de diciembre de 2010 en Pachuca, Hidalgo. Beatriz Paredes Rangel era la presidenta del CEN. Entre otros asuntos importantes, la agenda incluyó el análisis de una reforma estatutaria promovida por el diputado federal coahuilense Héctor Franco López, a fin de impedir que el presidente del PRI nacional pudiera participar en la selección de candidatos para la contienda presidencial sin haberse separado de la dirigencia respectiva con seis meses de antelación. El resolutivo fue unánime y el candado se le impuso al actual líder nacional Humberto Moreira Valdez. Recuerden ustedes que por la falta de este precepto, Roberto Madrazo Pintado se apoderó del PRI nacional en 2006, así como de la candidatura presidencial, en condiciones totalmente inequitativas.
El peso específico de dicha decisión partidista fue avalado por el Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE) en su sesión extraordinaria del 2 de marzo de 2011, cuando declaró la procedencia de la reforma estatutaria que, aunque no aparece en varios textos impresos (y otros divulgados por internet) de los documentos básicos priístas, tiene absoluta vigencia hasta ahora. El 4 de marzo del año en curso, Moreira Valdez se convirtió en presidente nacional del partido tricolor convencido del mentado candado que, según el IFE, “pretende colocar en condiciones de equidad a los afiliados que aspiren a ser candidatos a la Presidencia de la República frente a aquellos que ocupen los cargos de Presidente o Secretario General del Comité Ejecutivo Nacional, así como por la proximidad del inicio del Proceso Electoral Federal 2011-2012”. ¿Tiene peso específico y ético lo antes transcrito? No existe la menor duda, ni ha existido jamás.
Y podemos trasladarnos un poco más atrás en la historia de los recientes procesos internos de elección de dirigentes estatales. Verbigracia el de Morelos. A mediados de octubre del año pasado el Comité Ejecutivo Nacional del PRI emitió la convocatoria para elegir nuevos dirigentes. Todas las etapas del procedimiento tendrían su culminación el 7 de noviembre. Y uno de los considerandos del documento decía textualmente: “El priísmo morelense requiere una dirigencia de tiempo completo que no lleve a cabo gestión o promoción alguna, en la búsqueda de la candidatura a Gobernador del Estado”. Esta pequeñísima, pero histórica porción de la convocatoria en Morelos fue el precedente para la gran reforma de Pachuca. El texto fue complementado con el siguiente enunciado: “La unidad del Partido se garantiza con el establecimiento de reglas claras que generen equidad en la competencia política al interior de nuestro Instituto Político”. Más claro, ni el agua.
Amado Orihuela Trejo rindió protesta ante la imperiosa necesidad ética de respetar el contexto ideológico y el marco legal de su partido, sin buscar en lo mínimo ser candidato a la gubernatura morelense. Aunque el considerando no tiene implicaciones vinculatorias, sí estableció una limitante ética que, a juzgar por las apariencias, no fue respetada. Lo peor es que Moreira Valdez arribó el 4 de marzo de 2011 a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional convencido de la anterior base teórica y reglamentaria, respetándola a cabalidad a fin de evitar cualquier cuestionamiento sobre un eventual quebranto a la equidad del proceso de elección del candidato presidencial. ¿Por qué no se le imitó en Morelos? La respuesta es simple: Amado no se condujo como lo hiciera Ulises en La Odisea, de Homero, cerrando sus oídos al canto de las sirenas. Sin embargo, tiene tiempo de rectificar y aprovechar su pretendido posicionamiento en las encuestas, para lo cual debe solicitar licencia cuanto antes (de preferencia en forma definitiva) al cargo directivo que actualmente ostenta. Eso sería una auténtica contribución a la unidad priísta y a la equidad requerida por una contienda tan enmarañada. A ver.