Lo realmente deseable, desde mi particular punto de vista, es que no perdamos la capacidad de asombro, ni nos acostumbremos al clima de violencia tal como ocurre en otras latitudes de la República Mexicana.
Estuvimos durante casi tres semanas en Monterrey, cuya sociedad, asentada en una gigantesca zona metropolitana donde no se distinguen las fronteras con municipios colindantes (geográficamente hablando, pero sí por la evidente estratificación social), sigue absorta en su cotidianeidad para mantener el desarrollo económico que caracteriza a Nuevo León. El dinamismo regiomontano se percibe por todos lados, verbigracia en la reconstrucción de las avenidas Morones Prieto y Constitución, devastadas en julio de 2010 por el huracán Alex y el desbordamiento del Río Santa Catarina. Menos de diez meses se tardaron autoridades estatales y locales para generar la impresionante infraestructura vial que, además, resolvió problemas ancestrales de movilidad y otros por venir.
Sin embargo, este escenario progresista, frente a una población que supera los dos millones de residentes únicamente en la capital neolonesa (sin contar a quienes habitan cuatro importantes localidades conurbadas), rebasa cualquier síntoma de inquietud cuando los diarios locales informan sobre el asesinato de 12 personas vinculadas al crimen organizado, en tan sólo 48 horas entre el jueves 29 y viernes 30 de diciembre.
Nuevo León se ubicó durante 2011 en el tercer lugar nacional de ejecuciones; los homicidios vinculados a bandas delincuenciales aumentaron 193 por ciento de 2010 a 2011; los secuestros siguen al alza, así como los delitos patrimoniales; y el robo de vehículos es la constante. Pero, insisto, la vida debe continuar y los regios se esfuerzan por mantener viva la planta industrial y de servicios, mientras el gobierno federal, el estatal y los gobiernos municipales fortalecen sus operativos policíacos encaminándose, además, hacia la conformación de una policía acreditable con alcance regional. Hay lana para lograrlo.
El escenario morelense de violencia es parecido, pero diametralmente opuestas nuestras condiciones geográficas y económicas. El tejido social es frágil, al igual que la planta productiva. El desarrollo económico se encuentra estancado y sometido a variables impredecibles simple y sencillamente porque nuestra entidad no es industrial, como Nuevo León. Somos un estado turístico donde los empresarios del ramo son lacerados gravemente cuando la realidad de violencia se difunde a través de la prensa nacional. La balacera (¿histórica?) del pasado 24 de diciembre se conoció en cuestión de segundos por todo el país, mientras aquí los cuernavaquenses vivieron la peor Noche Buena de que se tenga memoria. Lo peor es que el trauma sigue latente. Imaginen ustedes, pues, lo que sintieron quienes el sábado (tras haber partido la rosca y compartido la alegría de chiquillos y chiquillas por los juguetes que les trajeron Melchor, Gaspar y Baltazar) realizaban sus compras en una tienda de autoservicio ubicada sobre la avenida Vicente Guerrero de Cuernavaca. Al filo del mediodía irrumpieron ahí varios sujetos armados que se enfrascaron en una balacera con policías luego de haber asaltado un establecimiento de telefonía celular, acorralando a inocentes en un fuego cruzado. ¡Pobre tejido social!
Pero la vida debe continuar. Y más allá de la recurrente realidad delincuencial, los partidos políticos están perfilados hacia “la madre de todas las elecciones”: la del primero de julio próximo. Las posiciones están decantándose en torno a las candidaturas al cargo de gobernador. En el PRD ya están registrados Graco Ramírez Garrido, Rabindranath Salazar y Mario Rojas. En el PAN ya hizo lo propio Adrián Rivera Pérez, faltando que lo hagan Alejandro Villarreal Gasca y Demetrio Román Isidoro. Y en el PRI las cosas se definirán este miércoles, destacando Manuel Martínez Garrigós (pésele a quien le pese) y Amado Orihuela Trejo, punteros en las encuestas.
Empero, el PRI es el instituto político más amenazado por la ruptura, cuyas repercusiones estarían por verse, pues entre los 12 aspirantes a la candidatura gubernamental ni están todos los que son, ni son todos los que están. La mayoría carece de representatividad y recursos. La lista abarca a quienes, desde luego, pretenden llevar a cabo un vulgar chantaje, entendiendo el concepto bajo su cruda acepción: amenaza de cualquier daño para obtener algún provecho pecuniario o material de alguien u obligarlo a actuar de determinada manera. La psiquis de los “cuadros distinguidos” que se apuntaron es de sobra conocida: algunos son pasivos, otros bastante agresivos; algunos son directos y otros sumamente sutiles; algunos expresan con mucha claridad cuáles serán las consecuencias si los contrarían, y otros, por fin, enfatizan cuánto se les hace sufrir. Pero más allá de cuán diferentes puedan aparecer a primera vista, todos ellos tienen grandes rasgos en común, características que alimentan su conducta manipuladora. A partir del miércoles, pues, veremos cómo estos chantajistas utilizan el miedo, la obligación y la culpa, además de otras armas, y comprenderemos qué los impulsa a actuar de la manera en que lo hacen. Mañana me referiré al perfil del siguiente gobernador. Feliz año 2012.