En entrevista previa a la presentación de su libro, el exgobernador que fue obligado a renunciar en mayo de 1998 por la grave ola de secuestros y narcotráfico que asoló al estado de Morelos, destacó que el país necesita de “un gran líder moral que nos saque del egoísmo actual”. El burro hablando de orejas. Así, dijo lo siguiente: “México lleva muchos años de no tener gobierno, y puedo poner como ejemplo la gestión del panista Vicente Fox, un ‘presidente de risa’, quien se rodeó de funcionarios inexpertos”. Posteriormente a estas declaraciones, el activo ex mandatario morelense manifestó: “El problema de la inseguridad y la violencia no se inició con los gobiernos panistas, por lo que el PAN no es el único responsable del incremento de la narcoviolencia. Es un proceso que ha tardado más de 50 años. Badiraguato es Badiraguato antes de que yo naciera”. De esta forma resumió la responsabilidad compartida de gobiernos priístas -como el suyo de cuatro años- en la escalada de violencia.
Transcurría el mes de junio de 1997 cuando este columnista acudió a saludar al capitán José Abraham Mejía, entonces coordinador estatal de Seguridad Pública, cuya oficina estaba en la Base Zapata, inmueble donde hoy todavía se localiza la Dirección de Control Vehicular. El despacho de Abraham tenía un ventanal a través del cual se observaban las instalaciones de la Policía Ministerial del Estado y varias oficinas de la Procuraduría General de Justicia. La citada corporación era dirigida por el siniestro capitán Jesús Miyazahua, teniendo como segundo de a bordo a Armando Martínez Salgado, y la PGJ estaba a cargo de Carlos Peredo Merlo. Abraham Mejía me mostró el borrador de su renuncia que días después presentó a Jorge Carrillo Olea debido a la grave incidencia criminal experimentada por Morelos y el hecho de que “todo el problema se origina ahí enfrente”. Al buen entendedor, pocas palabras. Con su dimisión, José Abraham Mejía simplemente estaba confirmando lo que todo mundo sabía: la alianza institucionalizada entre criminales y altos funcionarios estatales para moverse con absoluta impunidad.
El 30 de julio de 2011 me referí a la debacle de Ignacio Coronel Villarreal, alias “El Nacho Coronel”, abatido días antes en Zapopan, Jalisco, por elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional. Por considerar que aquellos datos se refieren también al periodo de Carrillo Olea, hoy activo discursante y promotor de una obra “literaria”, quien pretende erigirse (como él mismo lo dijo algún día sobre la figura de Graco Ramírez Garrido Abreu) en una “Juana de Arco” de quien se ponga enfrente, transcribiré sólo las partes medulares. Indiqué: “Los mentores y principales socios de Ignacio Coronel Villarreal, alias ‘El Nacho Coronel’, tuvieron relación con Morelos en distintas épocas. Un reportaje de Ricardo Ravelo, publicado por Proceso en su edición 1759 del pasado 18 de julio (de 2010), recordó los albores delincuenciales de quien fuera abatido este jueves en Zapopan, Jalisco, durante un operativo a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional”.
“En los ochenta –escribió Ravelo-, cuando Coronel inició su carrera delictiva, era el cabecilla del cártel de Juárez en Zacatecas. Trabajaba entonces a la sombra de Amado Carrillo Fuentes, alias ‘El Señor de los Cielos’, y de Eduardo González Quirarte, alias ‘El Flaco’, quien fue publirrelacionista de esa organización criminal hasta 1997”. El 20 de enero de 2005 PUNTO Y APARTE contuvo lo siguiente: “De la misma forma en que Jorge Carrillo Olea inició el cuatrienio de pesadilla (1994-2000), período de la historia local donde los morelenses soportaron el paso de tres gobernadores y el estigma de vivir en un territorio plagado por la delincuencia organizada, Armando León Bejarano encabezó de 1976 a 1982 el sexenio que abrió las puertas a importantes narcotraficantes mexicanos. Nadie olvida la llegada de Rafael Aguilar Guajardo en 1977, convertido en delegado de la extinta Dirección Federal de Seguridad, quien siempre se jactó de su cercanía con el nunca bien ponderado Bejarano, a quien persiguió la justicia federal una vez concluida su gestión. Aguilar fue fundador del cártel de Juárez”.
“Con Aguilar Guajardo arribarían otros importantes comandantes de la DFS, entre ellos Juan José Esparragoza, alias ‘El Azul’, quien según la DEA es uno de los narcotraficantes más buscados (me refiero al año 2005). Siempre ha existido la creencia de que ‘El Azul’ utiliza a Cuernavaca para sus fechorías y es protegido por instituciones vinculadas a la seguridad pública”. “Rafael Aguilar nunca dejó de tener nexos con la capital morelense, pero el 12 de abril de 1993 fue asesinado en Cancún. Hasta entonces dejó de ser jefe del cártel de Juárez. Amado Carrillo Fuentes, quien también vivió en Morelos, se quedó con la plaza, hasta que el 4 de julio de 1997 murió en un hospital del DF, al cual acudió para cambiarse la fisonomía. El lunes 16 de marzo de 1998 varios diarios de Chihuahua difundieron la ‘unción’ de Juan José Esparragoza como nuevo jefe del cártel de Juárez”.
Durante una parte del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, Jorge Carrillo Olea tuvo bajo su mando los principales aparatos de seguridad nacional y de lucha antinarcóticos. Cuando fue destapado como candidato del PRI a la gubernatura, en noviembre de 1993, Amado Carrillo Fuentes se paseaba por Morelos resguardado por un aparatoso cuerpo de seguridad, acudía a restaurantes, fiestas e iba de compras a los mejores centros comerciales; compró casas y realizó diversos negocios. En Tetecala era de sobra conocido y hasta estimado. En octubre de 1996, la agencia APRO dio a conocer un informe del Centro de Inteligencia del Paso (EPIC) del gobierno de Estados Unidos, según el cual en Cuernavaca se realizó a finales de 1993 (al parecer en un conocido hotel de paso ubicado al sur de la ciudad) una “cumbre” de narcotraficantes organizada por Juan José Esparragoza “El Azul”, considerado el cerebro financiero del Cártel de Juárez. Para entonces, Carrillo Olea ya era candidato del PRI a la gubernatura. A ese pacto se le llamó “La paz del norte”, porque puso fin a una larga etapa de matanzas y traiciones entre los cárteles de Juárez y el Golfo, y logró disminuir las tensiones que sacudían a Ciudad Juárez y Tamaulipas, las zonas fronterizas más boyantes del narcotráfico mexicano. En esas mismas fechas, “El Azul” fraguó su proyecto de crear una federación de cárteles para que el narco en México fuera operado por un solo grupo. Fin de la referencia histórica. Así de que, como se titula una canción de los “Bee Gees”: ¿Quién comenzó la broma?” (Who started the joke?) Hasta la próxima.