Me referí a un libro que debe ser texto básico para interpretar algunas de las motivaciones y decisiones de nuestros políticos. Hace poco retomé el tema, porque en la actual ebullición preelectoral volvieron a aparecer los saltimbanquis de la vida pública, esos que, al no ser satisfechas sus exigencias y presumiendo rentabilidades inexistentes, decidieron renunciar a tal o cual tendencia partidista y se pasaron a otra.
Dicha obra se llama “Elogio de la Traición”, de Denis Jeambar e Ives Roucate (franceses), articulista de “L’Express” y maestro de filosofía de la Universidad de Pitiers, respectivamente, quienes nos remontan a Sófocles: “La traición y la negación son meollo del arte político”; a Maquiavelo: “Los príncipes que han sido grandes no se esforzaron en cumplir su palabra”; y a Bacon: “Quien se niega a aplicar remedios nuevos, debe aprestarse a sufrir nuevos males, porque el tiempo es el mejor innovador de todos”.
La frágil democracia morelense se caracteriza por la traición. Desde luego que hay sus honrosas excepciones, pero la conducta de ciertos personajes nos sirve como modelo para confirmar lo que no debe hacerse en política. La gente puede olvidar que algunos personajes sean tontos con iniciativa y hasta proxenetas, pero nunca sacará de la memoria a los que cambiaron de chaqueta. La sociedad siempre los condenará al juicio popular, al de la historia y al fracaso, si es que se atreven a buscar de nuevo un cargo de elección popular.
Los tránsfugas de los partidos políticos “están guiados e identificados por un pragmatismo, aunado a una férrea defensa de sus derechos individuales, valores fundamentales de una sociedad de libre competencia y mercado político” (agregan los expertos franceses). O sea: “Cambiar de bando puede perfectamente ser señal no sólo de buen gusto, sino de estricta dignidad para con determinados presupuestos de justicia que pueden entenderse lesionados en el desarrollo del tiempo [...] Si no se parte de la maldad del tránsfuga puede entenderse que éste, ante lo que entiende es una traición a lo que significaba el partido o el programa, obra en conciencia”.
Cualquier argumento esgrimido por los saltimbanquis o tránsfugas será interpretado como “un acto racional” mediante el cual intentarían justificar el alejamiento de las organizaciones que les sirvieron como plataforma inicial en la política morelense. Este ha sido el discurso de dos personajes adscritos al Partido Revolucionario Institucional (PRI): Fernando Martínez Cué y Jorge Morales Barud, a quienes se incluyó entre 12 personajes que buscaron afanosamente la candidatura priista a la gubernatura, siendo superados por Amado Orihuela Trejo. Y como no lograron meterse a la lucha por “la grande”, voltearon de inmediato hacia la denominada “la joya de la corona”: la presidencia municipal de Cuernavaca. Así de fácil, aunque encontraron una fuerte oposición entre quienes, desde el año 2000, cuando el PRI perdió la presidencia de la República y la gubernatura de Morelos, se mantuvieron firmes y leales dentro de las estructuras tricolores sin coquetear para nada con el partido gobernante (Acción Nacional) y otros institutos políticos.
Una vez publicadas anteayer las convocatorias que iniciaron el proceso interno para la elección de aspirantes a diputados locales y presidentes municipales, los jerarcas del PRI se encuentran ante la siguiente disyuntiva, por lo menos en el caso de Cuernavaca, ciudad que junto con otras localidades de la zona metropolitana significaron alrededor del 55.84 por ciento de los votos en la elección de gobernador durante los comicios de 2006: por un lado decidir si respaldarán a Jorge Morales Barud y Fernando Martínez Cué ante la posibilidad de que salgan bien posicionados en la encuesta actualmente aplicada por el Grupo de Comunicación Estratégica, ello en aras de mantener -bajo cualquier circunstancia y la peor indignidad- el control del Ayuntamiento; o inclinarse hacia otra opción, escogiendo a alguien distinto.
La encuestadora morelense Consulting & Research, dirigida por Marcos Pineda Godoy, difundió ayer su más reciente trabajo aplicado a varios priistas que han sido mencionados como prospectos a la alcaldía de Cuernavaca. El resumen indica que el aspirante más conocido es Martínez Cué, quien obtuvo el 73 por ciento, seguido por un empate técnico entre Jorge Morales Barud y Jorge Meade Ocaranza (con 65 por ciento y una variación de dos décimas); y en tercer sitio quedó Jorge Arizmendi García, quien logró un 53 por ciento en cuanto al conocimiento de su persona.
En torno a la valoración de los aspirantes y teniendo como base una escala del cero al 10, el puntaje fue así: Martínez Cué, 5.68; Morales Barud, 5.65; Jorge Meade Ocaranza, 5.62, y Jorge Arizmendi, 5.25. Tocante a la intención del voto hubo otro empate técnico: Jorge Morales Barud, 33.4 por ciento; Martínez Cué, 33.0; Jorge Meade, 32.8, y Jorge Arizmendi García, 26 por ciento. Según la encuestadora (la cual utilizó el método de entrevista telefónica, en un número de mil 200 cuestionarios) “puede considerarse que cualquiera de los cuatro serían candidatos rentables para el PRI”, pero destaca lo siguiente: “Hemos observado un notable crecimiento, desde noviembre del año pasado a la fecha, en la presencia y preferencia de Jorge Meade Ocaranza y Jorge Morales Barud, mientras que Jorge Arizmendi García y Fernando Martínez Cué mantienen los niveles de aceptación y preferencia que hemos registrado anteriormente, los cuales podrían crecer en caso de llevar a cabo las estrategias de posicionamiento adecuadas”.