Lamentablemente el escenario es casi idéntico en otras regiones de la República Mexicana, incluidas varias localidades morelenses caracterizadas por el anidamiento de las bandas delincuenciales. La Secretaría de Seguridad Pública de Morelos, a cargo del general Rafael García Aguilar, tiene detectados puntos criminógenos en colonias de Cuernavaca, Temixco, Jiutepec, Emiliano Zapata y Xochitepec, dentro de la principal zona metropolitana de esta entidad, a los cuales se suman otros dentro de la región sur. Recuerden ustedes que los grupos involucrados en delitos de alto impacto (como el multihomicidio de “Las Brisas”, ocurrido el 27 de marzo del año pasado) fueron detectados por autoridades federales en una franja extendida desde Temixco hasta Emiliano Zapata.
El estudio elaborado por El Colegio de la Frontera Norte se denominó “Ciudad Juárez: Georeferencia y su Comportamiento Espacial en el Contexto Urbano y Rural”. Lo importante para nosotros es la coincidencia entre los factores detectados por los investigadores en Ciudad Juárez y las condiciones hoy todavía latentes en las zonas criminógenas de Morelos. Son casi iguales. Por ejemplo, “existe una relación directa entre los puntos donde delinquen menores de edad y las áreas donde se ubican las pandillas, con las colonias donde no hay preparatorias”. Asimismo, “persiste una alta vinculación de las regiones críticas de la delincuencia juvenil con la falta de equipamiento e infraestructura urbana”.
En este contexto es importante recordar que, para el caso morelense, el promedio de edad del delincuente juvenil es de 16 años, la edad en que deberían estar estudiando en el nivel medio superior. Pero no sólo es la falta de escuelas, sino también la oportunidad de accesos a instalaciones recreativas lo que adereza el caldo de cultivo. Es evidente la falta de parques o áreas verdes, estadios, cines, dependencias, bibliotecas, hospitales. Y estos déficits coinciden con las regiones críticas o “hotspots”, donde se propician o se generan las condiciones urbanas que conducen a que los jóvenes delincan.
Pero aún hay más. A continuación transcribiré parte de otra información que nos sirve para documentar nuestro optimismo. Muchos medios reprodujeron este fin de semana una nota del diario “Reforma” donde se indica que un total de 21 localidades en el país son potencialmente vulnerables a la violencia, de acuerdo con el Centro Nacional de Prevención del Delito y Participación Ciudadana, adscrito al Secretariado del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). En los diagnósticos, elaborados por alcaldías y el gobierno federal con el apoyo de universidades, organizaciones civiles y el Instituto Nacional de Administración Pública, se analizó la situación demográfica de las familias, el nivel de cohesión social, los servicios de salud, cultura y deporte, las condiciones de trabajo, así como la distribución de la riqueza, entre otros. Dichos puntos fueron ubicados tras elaborarse 237 mapas de riesgo o diagnósticos en los municipios y delegaciones beneficiados con el Subsidio para la Seguridad Pública Municipal.
Se midieron aquellas zonas donde confluyen cuatro indicadores: pobreza, marginación, densidad de población y densidad de jóvenes. Los centros poblacionales fueron divididos en cuatro niveles, de acuerdo con el potencial criminal que registran. En el rango 1 -los más susceptibles- figuran Aguascalientes, Mexicali, Tijuana, Ensenada, Ciudad Juárez, Chihuahua, Saltillo, Iztapalapa, León, Acapulco, Guadalajara, Zapopan, Morelia, Puebla, Querétaro, Cancún, San Luis Potosí, Culiacán, Hermosillo, Reynosa y Mérida. Otras 11 localidades están en el nivel 2; 33 en el 3, y 161 más, en el 4. Sólo en 11 casos no se detectó que hubiera el riesgo criminal señalado.
He aquí lo trascendente para la sociedad local debido a su relación con lo que citamos líneas atrás respecto a las zonas criminógenas de Morelos. Los diagnósticos detectaron situaciones económicas, sociales, culturales y ambientales que contribuyen a la violencia. Sin embargo, hay municipios y delegaciones que aún no registran los más altos índices delincuenciales, pero sí reportan bajo nivel educativo, ausencia de infraestructura urbana, modelos policiacos decadentes y relaciones familiares violentas. Cualquier parecido con el escenario de las franjas de inseguridad de nuestra entidad no es mera coincidencia, sino la más pura realidad. Mientras que para el caso de Aguascalientes se detectó que el crecimiento desordenado de su zona metropolitana “puede ser detonante de violencia si no se cubren requerimientos mínimos en materia de equipamiento, ambiente, servicios y espacios para la recreación y la convivencia”, en la zona metropolitana de Cuernavaca esto ya sucedió.
Además, el estudio del Secretariado del Sistema Nacional de Seguridad Pública agrega que “el incremento de la violencia en las zonas aledañas a los planteles educativos perturba y angustia a los estudiantes, lo que afecta el rendimiento escolar y la función social de la institución. Asimismo, la violencia familiar daña a los niños, quienes adoptan conductas depresivas, tienen bajo rendimiento y son violentos con sus compañeros y maestros”. Es el mismo contexto que persiste, por ejemplo, en la colonia Alta Vista de Cuernavaca y otras zonas aledañas, donde el 24 de diciembre del año pasado desapareció el jovencito Alan Israel Cerón.
Definitivamente, amables lectores, Cuernavaca y los demás municipios de su zona conurbada (ni qué decir sobre infinidad de colonias de localidades ubicadas en el sur de Morelos) exponen carencias económicas aunadas al hacinamiento, así como la falta de parques y otros lugares para el esparcimiento, el caldo de cultivo perfecto que propicia la falta de cuidados entre quienes integran las familias y degrada las relaciones familiares, vecinales y las áreas que se comparten. El SNSP concluye: “Las limitaciones de espacio se ven agravadas por las carencias económicas que exacerban las frustraciones de las personas creándoles barreras a sus aspiraciones y deseos que, por influencia de los medios, son significativamente altas”. Ni modo. Aquí nos tocó vivir.