Por ahora me quedo con el tema de los empleos con salarios dignos, en una zona de vida cara como es la entidad morelense. Lo anterior fue reconocido así por el mismo Graco Ramírez el 7 de junio del presente año en un encuentro con afiliados a la Alianza de Líderes Empresariales de Morelos, cuyo presidente es Anselmo Delgadillo Saavedra. El entonces candidato de las izquierdas señaló que “mi gobierno será sustentable y en cualquier decisión que tomemos (respecto de la industrialización) habremos de considerar el futuro sin repetir la errónea construcción de unidades habitacionales sobre tierras productivas tal como ocurrió en Emiliano Zapata, Temixco y Xochitepec. A mis amigos de la Cámara Nacional de la Vivienda, delegación Morelos, les anticipo que reordenaremos el uso del suelo; sí queremos que se construya, y trabajaremos además para que los morelenses pasen de la Zona C de salario mínimo a la Zona A, pues Morelos es zona de vida cara”. A juzgar por las apariencias, el entonces senador con licencia tenía una clara percepción sobre la precariedad laboral de miles y miles de trabajadores en cualquier región de nuestra entidad federativa. Aquí quería llegar, amables lectores.
Se denomina precariedad laboral a la situación que viven las personas trabajadoras que, por distintas razones, enfrentan condiciones de trabajo por debajo del límite considerado como “normal”. Tiene especial incidencia cuando los ingresos económicos que se perciben por el trabajo no cubren las necesidades básicas de una persona, ya que es la economía el factor con el que se cuenta para cubrir las necesidades de los individuos. En las sociedades desarrolladas las necesidades a satisfacer con los ingresos salariales no implican sólo aquellas que están relacionadas con la mera supervivencia biológica (alimentos, cobijo, vestido, etc.), sino que incluyen un numeroso grupo de demandas relacionadas con el hecho de nuestra naturaleza social: afectos, ocio, cuidados, cultura, educación, comunicación, etcétera (es un todo que constituye la zona de vida respectiva). La jornada de trabajo y el calendario anual laboral también pueden ser percibidos como síntoma de precariedad cuando muchas personas tienen que trabajar a tiempo parcial diario lo que les impide lograr la retribución necesaria o tener en cambio que trabajar jornadas de trabajo superiores a las legales para poder conseguir el salario necesario como consecuencia de tener un sueldo muy bajo.
A todo lo anterior debemos sumar lo siguiente. De ahí cobra especial importancia la promesa de Graco Ramírez Garrido Abreu en el sentido de que pugnará por empleos y salarios dignos. Los empleos ofrecidos son de baja calidad comparativamente con otras regiones del país, aunque en una zona de vida cara (fuera máscaras: Cuernavaca tiene un costo de vida superior al de Cancún, lo cual afirmo con conocimiento de causa). Esto implica un enorme rezago en términos de bienestar para las familias, pero es también una de las más severas debilidades para el desempeño de la economía estatal, pues se trata de ocupaciones de muy baja productividad, lo que merma las posibilidades de un crecimiento sostenido de la producción. Un documento del Observatorio Laboral Mexicano (2010) indica que en la distribución por escolaridad de los trabajadores ocupados, el rubro de técnicos en medicina humana expone que el 68 por ciento tiene niveles de secundaria; 14.7 por ciento son profesionales medios; 12.9 por ciento posee educación superior, y 4.5 por ciento cursó hasta la primaria. Un 54.1 por ciento de egresados de secundaria se ocupa en el sector de peluqueros, embellecedores y similares; 22.7 son profesionales medios; 20.9 por ciento tiene hasta primaria, y 1.9 por ciento alcanzó el nivel superior. Dentro del segmento de secretarias, taquígrafos, capturistas y similares, 49 por ciento tiene primaria; 30.9 por ciento son profesionales medios; 16.5 por ciento posee nivel superior, y 3.5 hasta secundaria. Tocante a los empleados de comercio en establecimientos, el 47.6 por ciento cursó estudios de secundaria; un 24.1 por ciento hasta primaria; 27.4 por ciento tiene nivel de profesional medio; 7.2 por ciento nivel superior, y 17.6 por ciento hasta primaria. En torno a conductores y ayudantes de conductores de transporte terrestre la situación es así: 43. 7 por ciento niveles de secundaria; 24.1 hasta primaria; 24.5 por ciento profesionales medios, y 7.4 por ciento niveles superiores. Y todos perciben sueldos que oscilan entre 4 y 8 mil pesos mensuales.
En febrero del año pasado, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social informó que durante 2010 se crearon más de 730 mil empleos, la cifra más alta en los últimos 14 años. Una buena noticia. Empero, el incremento vino acompañado de una merma en la calidad de los trabajos. De acuerdo con el INEGI, la proporción de trabajadores que ganó más de cinco salarios mínimos bajó de 12 por ciento a fines de 2006 a 9 por ciento al finalizar el tercer trimestre de 2010. En cambio, en ese lapso aumentó de 20 por ciento a 23 por ciento la gente que ganó de uno a dos salarios mínimos mensuales. Personas que perdieron sus empleos lo recuperaron, pero ahora ganan menos. ¿Qué se hizo al respecto? Después de estallada la crisis internacional de 2010 y que persiste hasta ahora, la administración calderonista lanzó un plan “contracíclico” consistente en mayor inversión pública, sobre todo en el área de comunicaciones. Desafortunadamente aquello sólo enriqueció el discurso político, pues buena parte de ese presupuesto nunca se ejerció por obstáculos burocráticos o falta de proyectos viables. Morelos no escapó de esa dinámica. Los subejercicios siguen inalterables e iguales se encuentran las promesas de campaña.