La remoción de Espín Navarrete generó una delicada parálisis en el trabajo legislativo, ante la inconformidad del denominado “G-5”, o Grupo de los Cinco, donde están integrados nueve diputados de los partidos Convergencia (2), del Trabajo (1), de la Revolución Democrática (3), Nueva Alianza (1) y Verde Ecologista de México (2). Sin embargo, ni ellos, ni los seis congresistas del Partido Acción Nacional pudieron interferir en el divisionismo priísta, a fin de que continuase la buena marcha de todo el órgano colegiado. La recomposición surgió hasta que Arizmendi García ganó la aceptación entre los apologistas de Espín Navarrete: Javier Mújica Díaz, Lilia Ibarra Campos, Esteban Gaona, Andrés González García, Jovita Herrera Gutiérrez y Julián Abarca Toledano.
Hace algunas semanas anuncié la posibilidad de un viraje en la coordinación del grupo parlamentario tricolor, tras una grave confrontación entre Arizmendi y Omar Guerra Melgar, presidente del Comité de Radio y Televisión del Congreso. Asimismo, la falta de respuesta de la bancada ante la constante aparición de cadáveres en Morelos y el embate de criminales organizados propició un clima adverso para el médico odontólogo, quien ya no sentía lo duro, sino lo tupido debido a las presiones de sus compañeros de “equipo”. Paralelamente crecieron la idea de que había pactado con el gobernador Marco Adame Castillo para “nadar de a muertito” y las quejas en el sentido de que adoptaba decisiones no consensuadas al interior del grupo. Llegó a mencionarse que permanecería en la coordinación hasta finales de agosto, antes de entregar la presidencia de la Junta Política y de Gobierno al panista Luis Miguel Ramírez Romero, o al perredista Rabindranath Salazar Solorio, si es que se llega a consumar una reforma constitucional y a la Ley Orgánica del Congreso para evitar que el PAN ocupe ese cargo.
La situación hizo crisis ayer, cuando el también rector de la Univac fue desconocido como coordinador parlamentario por los diputados Omar Guerra Melgar, Antonio Domínguez Aragón, Julián Abarca Toledano, Javier Mújica Díaz, David Salazar Guerrero, Guadalupe Jiménez Tovar, Amado Orihuela Trejo y Fernando Martínez Cué. Todos se reunieron por la mañana en un conocido hotel de la avenida Díaz Ordaz de Cuernavaca, donde firmaron el acta circunstanciada leída ayer ante el Pleno por Javier Mújica Díaz.
En el lugar de Arizmendi fue designado David Salazar Guerrero, diputado por el X distrito con cabecera en Zacatepec, quien es originario de Santa Rosa Treinta (Tlaltizapán), donde nació el 2 de octubre de 1963. Es licenciado en educación física. Durante el periodo municipal 2006-2009 fue regidor de educación en dicha localidad y antes coordinador del Programa Nacional de Solidaridad, también ahí. Entre otras cosas, ha sido consejero político estatal y municipal, delegado priísta en varios municipios y parece que aún es consejero nacional del PRI. Salazar, después del procedimiento respectivo, deberá asumir la presidencia de la Junta Política y de Gobierno del Congreso. Dícese que su arribo a ese cargo es un triunfo de Amado Orihuela Trejo, aspirante a presidente del CDE del PRI.
Por otro lado se especuló ayer en el sentido de que la coordinación del grupo parlamentario priísta podría ser rotativa cada tres meses, lo cual se me hace aberrante, pues generará ingobernabilidad y ausencia de estrategias legislativas a mediano y largo plazo. Y tocante a la actitud de quienes todavía se mantienen unidos después de la defenestración de Julio Espín Navarrete el año pasado (él mismo, así como Lilia Ibarra Campos, Jovita Herrera Gutiérrez, Andrés González García y Esteban Gaona), hasta el momento de redactar la presente columna estaban reunidos a puerta cerrada en algún lugar de Cuernavaca para definir su posición frente al nuevo viraje. A ellos se sumó Gabriel Haddad Giorgi, diputado local por el segundo distrito de Cuernavaca. ¿Y el interés público dónde se ubica?