La lucha armada es la expresión última, el síntoma del problema, pero no su causa. De manera que estas guerras no pueden ser ganadas por la exclusiva ni predominante fuerza de las armas. El principal campo de batalla es el político y de poco sirven las grandes redadas, los bombardeos masivos y las armas ultramodernas. La lucha es por las mentes y los corazones”.
2.- Allá y entonces, cuando todavía no surgía la guerra calderonista contra el narcotráfico (ocurrió en enero de 2007), cité un estudio elaborado por estrategas norteamericanos denominado “Reseña analítica del conflicto de baja intensidad”, mejor conocido por las siglas RACBI. Para elaborar ese documento, publicado hace 27 años, trabajó un centenar de importantes oficiales de las diversas ramas de la defensa estadounidense. Me pareció interesante contrastar las circunstancias descritas por esos expertos en torno al apoyo social prodigado a los grupos guerrilleros latinoamericanos y lo que a todas luces era el respaldo de no pocas comunidades a determinados cárteles mexicanos en puntos específicos de nuestro país.
3.- El trabajo incluyó diversos capítulos con experiencias de altos mandos militares de los Estados Unidos en América Latina, fundamentalmente, y la estrecha relación que mantuvieron con los gobiernos locales para enfrentar los conflictos de baja intensidad. Por aquella época la Procuraduría General de la República admitió que en nuestra entidad operaban células subversivas. En fin. A tantos años de distancia, el RACBI advirtió que los conflictos de baja intensidad y su posterior legitimación surgen repentinamente en localidades caracterizadas por la inconformidad social (verbigracia Guerrero). En tal sentido, indicaba el documento, “las luchas políticas son por el poder, mientras la lucha armada con objetivos políticos suele ser por todo el poder. Cuando en la historia de un pueblo surgen sectores sustantivos dispuestos a exponer sus vidas es porque existen causas para ello”.
4.- Y ni duda cabe: Guerrero ha tenido y sigue teniendo poblaciones conocidas por su intensa pobreza, identificadas porque “han dejado de reconocer la legitimidad del sistema y están dispuestas a dar su vida en el empeño por destruirlo”. Pueden aceptar las dádivas del sistema (convertidas en programas sociales a cargo del gobierno), pero mantienen la raíz del conflicto. “La lucha entre la insurgencia y el poder establecido es por la legitimidad, sobre quién y cómo se debe gobernar. Uno de los elementos centrales es el esfuerzo por conseguir el apoyo popular. Quien lo consiga triunfará a la larga”, señalaba el RACBI. A continuación un apretado resumen sobre los elementos que definen la legitimidad: el grado de apoyo doméstico; la percepción del grado de corrupción del gobierno (dentro de un contexto cultural específico); la habilidad del gobierno para motivar al pueblo; y el grado hasta el cual la violencia política es una forma aceptada para almacenar metas políticas.
5.- Aunado a lo anterior debo recordar lo que escribí el 23 de septiembre de 2013, en referencia al libro “Memorias de las Revoluciones en México” (Reflejo GM Medios, 2009), donde aparece el ensayo “Insurgencia y criminalidad en México, 1810-1821”, de Eric Van Young, investigador por la Universidad de California, quien propuso una interpretación para entender las relaciones entre resistencia política, criminalidad y Estado durante las primeras décadas del siglo XIX en México. Hice la siguiente pregunta: ¿Nos encontramos hoy inmersos en un escenario igual, pero con mayor tecnología? El historiador hizo una estupenda descripción del maridaje entre los señores feudales de aquel tiempo con los bandoleros de subsistencia. Es decir: el bandidaje se montó en la feudalización. Algunos politólogos de la actualidad han señalado que los señores feudales de tiempos modernos son los gobernadores.
6.- El contexto de la insurrección en los días de Hidalgo y Morelos se mantuvo hasta la época pre-revolucionaria. Escribió Young: “En parte fue el contexto de la insurrección lo que politizó el crimen, haciéndolo una forma de protesta característica. La feudalización característica de las fuerzas insurgentes significaba que el bandidaje era en gran medida inherente a la organización rebelde”. Recuerden ustedes que años más tarde, Madero encontró respaldo en la banda de Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, perseguido en Durango y Coahuila por sus fechorías. Y ni qué decir sobre la forma en que varios líderes de Los Plateados, cuyo centro de operaciones era Yautepec (aquí en Morelos), motivaron a algunos de los más importantes jefes del Ejército Libertador del Sur para tornarse revolucionarios. Etcétera.
7.- Regresemos a tiempos actuales. Edgardo Buscaglia, asesor de la ONU, expresó el 25 de junio de 2008 durante una conferencia organizada por la PGR: “Entre 50 y 60 por ciento de los gobiernos municipales en México han sido ‘capturados o feudalizados’ por el narcotráfico. Los altos niveles de corrupción y delincuencia sólo pueden ser sostenibles cuando los estados no gozan de niveles aceptables de gobernabilidad, surgiendo alianzas tácitas o explícitas entre actores políticos y empresas privadas con organizaciones criminales; eso se da en Rusia, en China y no me llamaría la atención que también ocurriera en México”. Y el semanario Proceso, el 6 de septiembre de 2009, publicó una declaración hecha por Emilio Alvarez Icaza, hoy secretario general de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, antes de concluir su gestión al frente de la Comisión de Derechos Humanos del DF. Declaró: “La violencia se ha disparado en los últimos tres años no sólo por la ‘guerra’ contra el narco que sacó al Ejército a las calles, sino también porque la figura presidencial se debilitó ante el poder de los señores feudales que gobiernan los estados”. Empero, es importante recordar que sobre muchas regiones mexicanas caracterizadas por el enraizamiento del narco, los jefes tienen apoyo popular. Esto es incuestionable y se deriva de lo que conocemos como “bandolerismo social”, que es distinto al “bandolerismo de subsistencia”, aunque ambos son divididos por una línea muy delgada. Luego le seguimos. El objetivo es analizar lo declarado a “El Universal” por Graco Ramírez, gobernador de Morelos, respecto a los narcoestados y la narcoguerrilla.
Punto y Aparte
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¿Ya hay insurgencia política?
Narcoestados y narcoguerrilla
1.- El 29 de diciembre de 2004, en esta misma columna, utilicé por primera vez los conceptos de “guerra de baja intensidad” y la “insurgencia con carácter político” en alusión a la aparición de supuestos grupos subversivos en Morelos, entre ellos el Comando Jaramillista 23 de mayo. Escribí: “La insurgencia es un fenómeno político cuyas raíces son sociales y económicas.
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