No obstante, la Cámara de Diputados sigue siendo factor de polémica y de crítica por los bajos índices de productividad, por el uso de recursos presupuestales para la adquisición de autos nuevos y por el choque de fuerzas y grupos que no logran armonía para legislar.
Sin mucho que ofrecer hacia afuera, ya se les fue el primer año. El 1 de septiembre inicia el tercer periodo ordinario de sesiones que corresponde ya al segundo año y no hay mucho de que presumir.
Las cosas no les han salido bien, particularmente a los del PRI, siendo la mayoría han perdido la oportunidad de ser los que definan la agenda legislativa y no sólo eso, también parte de la política a seguir en el estado, porque desde ese recinto es posible cogobernar.
Lo vemos con mucha claridad a nivel federal, el Congreso de la Unión y el Senado de la República, con mayoría de este partido, determinan en gran medida las políticas públicas porque para ello tienen el control de la mayor parte de los votos.
Eso no sucede en Morelos, por el contrario, son objeto de un delicado desgaste y severos cuestionamientos, que es necesario hagan olvidar a través de un esfuerzo realmente encomiable en lo relacionado a sus competencias legislativas.
A quien ha favorecido este convulsionado proceso, es al Poder Ejecutivo. El gobernador Marco Adame Castillo ha podido transitar en medio de una oposición mayoritaria, tanto a nivel de ayuntamientos como de legisladores sin muchas dificultades.
Que bueno que las grillas no han enturbiado la tranquilidad y paz social, pero es incuestionable que en algunos aspectos se hace necesaria la presencia de un Poder Legislativo fuerte que sea equilibrio en la conducción del estado y evite los excesos, que no están descartados como en cualquier administración anterior.
En particular, el Revolucionario Institucional ha desperdiciado esa hegemonía, que tiene la responsabilidad de propiciarle condiciones a sus agremiados y a autoridades emergidas de su seno para que puedan trabajar y dar resultados.
Lo vemos aquí de cerca con el Presidente Municipal Manuel Martínez Garrigós, sigue siendo objeto de presiones, golpes bajos y todo tipo de agresiones de parte de los enemigos políticos. Ni el partido ni los diputados le sirven de colchón para amortiguar los trancazos.
Desde el punto de vista que se le quiera analizar, el asunto es delicado, en política, las oportunidades son muy pocas, desaprovecharlas es desafortunado. Nadie puede asegurar que mantendrán esa representación en el futuro, pero lejos de capitalizarlo para afianzar su posible regreso al poder total en el 2012, son factor de desgaste y pérdida de sufragios para la elección presidencial en puerta.
El caso es que no se trata sólo de un problema al interior de ese partido, la ausencia de acuerdos entre ellos lleva a la parálisis del resto de las fracciones y eso sí es delicado, porque ni trabajan ni dejan trabajar.
Sería impreciso decir que les quedan dos años para desquitarse, porque una buena parte de quienes ocupan las curules ya vienen preparando el terreno para buscar otro cargo de elección popular. Es decir, que estarían pidiendo licencia y llamando a los suplentes por lo menos medio año antes de que concluya el término de tres años.
Lo que no hagan de hoy a finales del 2011 nadie lo hará, porque los suplentes sólo llegan a dar seguimiento a compromisos dejados por los titulares, no tienen capacidad ni conocimiento para legislar y el ritmo de trabajo se cae totalmente.
Lo curioso es que no obstante esas inconsistencias de la bancada, le quitaron un diputado al Partido Acción Nacional (PAN) y se insiste en que pueden sumarse otros dos.
Pero vemos las insuficiencias, en condiciones normales, la renuncia de Rufo al albiazul habría sido objeto de polémica pública a fin de sacarle el mayor provecho posible, el suceso casi pasó de noche, porque las condiciones para cacarear el huevo no están dadas y muy pocos se dieron cuenta. El incendio en el ALM y el desastre en Yautepec opacaron todo.