La alternancia en el ejercicio del poder ha demostrado con creces que no resolvió esa exigencia popular y por el contrario, se exhibió que por encima de colores y partidos, los que controlan el régimen siguen siendo las mismas figuras legendarias de siempre.
Seguramente que no es nada sencillo impulsar una transformación integral de fondo luego de más de seis décadas de hegemonía y dominio de un partido, el Revolucionario Institucional (PRI), que con todo ese tiempo, logró establecer mecanismos y estructuras casi inamovibles y modos de gobernar que no son fáciles de modificar.
Panistas, perredistas, verde ecologistas, incluso de Morena, aprendieron ese oficio a partir de la escuela heredada por el tricolor, de tal manera que cuando logran llegar a posiciones desde las cuales se toman decisiones, lo único que hacen es reproducir esas prácticas y políticas que sirven a intereses muy específicos y a grupos poderosos, casi imposibles de desplazar.
Cualquier investigación respecto a la política y el poder en México lleva a conclusiones inequívocas: los que continúan dominando ese escenarios son aún personajes de añejos tiempos o sus descendientes, porque pareciera que es cuestión de familia.
Y en ello tampoco hay distinción, no es algo atribuibles sólo a los priistas, porque en el resto de los partidos es lo mismo, políticos que han estado cobrando del erario público desde hace cuatro o cinco décadas y que en ello han basado el éxito en la acumulación de fortunas, porque jamás intentaron siquiera dedicarse a otra cosa, aunque ya con una buena cantidad de dinero del presupuesto gubernamental, también es muy sencillo hacerse de toda clase de empresas.
Pero son demasiado sagaces, cuando se les presentan esas posibilidades, invierten en empresas que pueden ser proveedoras del mismo régimen, o sea, desde cualquier trinchera siguen obteniendo beneficios al amparo de las influencias, los contactos y cómplices que quedan en el gobierno.
Ejemplos sobran, ahí tenemos, en lo que corresponde al PRI, por ejemplo a un Manlio Favio Beltrones, César Camacho y muchos más. En los otros frentes es igual, acaso algunos rostros nuevos, porque como referíamos, cuando ya consideran que están impedidos para lograr algo a partir de las urnas, empujan a sus descendientes para que a través de ellos sigan haciendo de las suyas.
Y referíamos que de esas maneras de gobernar heredadas por el viejo partido, no escapa nadie, ni los del Movimiento de Regeneración Nacional, porque el propio Andrés Manuel López Obrador, líder moral de esa institución de reciente creación, fue priista y ocupó algunos cargos como tal, sobre todo en su natal Tabasco.
Bueno, como que la alternancia, independientemente de no resolver las inquietudes sociales, surgidas por cansancio hegemónico del PRI o por los malos gobiernos abonó en otros problemas, la percepción ciudadana ahora es en el sentido de que los niveles de corrupción de dispararon como jamás se había visto, cuando se creía que sería lo primero que atacarían los nuevos partidos en el poder.
Todos los días somos blanco de informaciones relacionadas con acciones penosas de saqueo y en todos los niveles, sí por lo menos en los ámbitos estatal y municipal, en los que ediles y gobernadores se despachan con la cuchara grande a costa del empobrecimiento gradual de millones de gobernados.
Y si se ha procedido legalmente en contra de algunos ex funcionarios públicos no es porque en verdad se busque sentar precedentes a fin de contener los saqueos. No, son acciones inscritas en el ajuste de cuentas por traiciones políticas al interior de los partidos, como en el caso de Javier Duarte de Ochoa en Veracruz, otros de menor nivel en Quintana Roo y unos más en estados del norte de la República.
Ya lo decíamos en algunos análisis anteriores, de actuar conforme a derecho contra todo aquel servidor público deshonesto, no quedaría nadie para que cerrara la puerta en el gobierno, por eso la preocupación como sociedad. Seguimos preguntándonos hasta dónde vamos a llegar en eso de la corrupción, ya que es sorprendente cómo se las gastas la mayoría de nuestros políticos para sacar ventajas.
Ahora bien, lo real es que a pesar de todo eso, los mexicanos continuamos de pie e incluso, le venimos dando la vuelta al duro conflicto de intereses con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha tenido que dar unos pasos atrás en algunas de sus amenazas, ante la imposibilidad de salirse con la suya, como en aquello del Tratado de Libre Comercio.
Pero ello tiene una razón, nuestro pueblo suele ser muy ingenioso para superar sus problemas y además, el territorio mexicano, a pesar del saqueo terrible del que sigue siendo objeto, continúa ofreciendo oportunidades que ya quisieran otras naciones con mucha menor naturaleza.
La cosa es que nos perfilamos hacia la renovación de poderes en cargos fundamentales como la presidencia de la República y en el caso de Morelos, la gubernatura sin muchas esperanzas de cambiar el rumbo para bien, luego de la justa de junio del 2018, porque por donde le busquemos, veremos a los mismos cuadros de siempre pelándose los espacios y las representaciones en los ayuntamientos, las diputaciones locales, federales, las senadurías o la gubernatura y la posición más anhelada, la de palacio nacional.
Reiteramos por enésima ocasión: como que aquello de que cada gobernado tiene el gobierno que merece nos queda a la perfección, somos nosotros como electores los que ungimos a esos personajes, que luego de lograr sus propósitos, nos dan la espalda y nos desconocen.
Nuestras carencias y necesidades, el hambre, nos lleva a dar el voto a aquellos que, con dinero del erario, nos ofrecen algunas dádivas que nos resuelven la comida de uno o dos días, pero nos roban los restantes tres o seis años inmisericordemente. Sí se puede, vía las urnas, empujar a un rumbo mejor.
Si la alternancia surgida del sufragio popular saco al PRI de Los Pinos en el 2000, también posibilita la selección de los mejores o menos peores para gobernarnos, por lo que hay que intentarlo el año que viene.