Una vez que se aproxima un proceso electoral, al interior de los partidos políticos se mueven toda clase de grupos y corrientes; cada uno de ellos busca tomar ventajas respecto a sus adversarios, para asegurar algún espacio o candidatura en la distribución que cada trinchera hace a fin de ir a las urnas.
Así se trate de regidurías de municipios menores, la pelea por conseguir una candidatura es bárbara, ya que representa vivir sin problemas económicos durante tres años, algo así como una beca bastante atractiva, que incluso da posibilidades de acumular algunos cientos de miles de pesos para sortear el mal temporal si después de ello ya no se consigue seguir en el presupuesto.
Mientras el promedio de ingreso mensual de cualquier trabajador acaso llega a los cuatro o cinco mil pesos, un miembro del cabildo más pequeño oscila entre los 50 mil y 70 mil pesos; nada que ver con el resto de la población, aunque en lo que toca a la aportación del esfuerzo laboral en bien de la comunidad sea más rentable el obrero que el político.
Ya imagina usted la pelea por posiciones de mayor relevancia, como una presidencia municipal, una diputación local, federal o un escaño en el senado de la república. Claro, hay niveles, a esos sitios de privilegio no llega cualquiera, son lugares reservados para quienes cuentan ya con cierta trayectoria y sobre todo mantienen contactos con personajes de primera línea, ya sea en los partidos políticos o en el gobierno.
Y todo lo anterior lleva a un enfrentamiento interno que polariza las posiciones y empuja hacia una serie de rupturas que debilitan las estructuras de cada una de esas plataformas y les disminuye posibilidades de triunfo, es lo que hemos comenzado a apreciar en prácticamente todos los partidos.
Se ha dicho hasta el cansancio: no fue realmente la oposición la que venció al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el 2000, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) lo sacó de la residencia oficial de “Los Pinos”, fueron ellos mismos que llegaron al exterminio de algunos de sus distinguidos militantes y cuadros como Luis Donaldo Colosio Murrieta o José Francisco Ruiz Massieu.
El primero era ya candidato presidencial, el segundo secretario general del CEN y ni con ese nivel de representación se las perdonaron. Porque la verdad pública fue que los crímenes se perpetraron desde dentro, precisamente en la pelea por el control del ejercicio del poder desde el nivel cupular.
Y esas divisiones las vemos cada vez con mayor intensidad, en el PAN donde el líder nacional Ricardo Anaya trae una lucha férrea en contra de Margarita Zavala de Calderón, por la adjudicación de la candidatura presidencial. El primero viene empujando, junto con algunos perredistas, el famoso frente amplio opositor, ya que todo indica que ya hasta tiene apalabrada la candidatura a su favor para representar a ambas fuerzas electorales.
Ella incluso pudiera acabar aceptando alguna candidatura en otra institución, si las cosas no se le dan y en particular si la siguen golpeando para frenar sus aspiraciones. Incluso en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ya los inconvenientes se hicieron presentes, a partir de que tras una encuesta de dudosa seriedad, le quitaron la posibilidad de contender por la Ciudad de México a Ricardo Monreal, quien pareciera que efectivamente venía siendo el de mayor rentabilidad electoral.
Igualmente es posible que el señor renuncie a su partido y acepte alguna oferta, que ya hay en dos o tres partidos, para que con sus colores, pelee la jefatura de la capital del país, pero lo inconveniente para ese nuevo partido, es que viere arrastrando tempranamente los mismos vicios que sus adversarios y por ahí podría comenzar el retroceso de ese movimiento que ofrece acabar con la corrupción y los malos gobiernos en caso de ganar.
En el PRI todavía no se deciden las cosas, por eso es que aparentemente no pasa nada y están en unidad, ya veremos una vez que se fijen tendencias con el reparto de candidaturas. Más bien es el PRD el que mantiene cierta calma, apostándole a la integración del frente porque no tiene cuadros competitivos hacia la presidencia, acaso el jefe de gobierno de la CDMX, Miguel Ángel Mancera, pero a muy bajo nivel respecto a los más calificados, entre ellos Andrés Manuel López Obrador.
Y si bien es cierto que estamos en vísperas del arranque formal del proceso electoral hacia el 2018, el próximo 8 de septiembre, la selección de candidatos en los partidos se comenzará por ahí a finales de año, eso en lo que se refiere a posiciones federales como las senadurías, diputaciones al Congreso de la Unión o la presidencia de la república, porque en lo que a lo local se refiere esas asignaciones se darán ya en el nacimiento del 2018.
O sea que nos faltan muchas cosas por ver, a fin de disponer de señales más certeras respecto a quien o quienes se perfilan como favoritos por la presidencia. Aquí insistimos en que el Frente Amplio es una estrategia pensada para contener el avance de AMLO hacia Los Pinos y no propiamente para vencer al tricolor. Claro, si en su momento el priismo no levanta, serían ellos los que negociarían otra vez su salida de palacio nacional, pero por ahora, más bien es para impedir que gane Morena.
Y como decían algunos analistas que asistieron a un panel sobre el frente, aquí en Cuernavaca; es muy posible que de llegar a consolidarse, tanto PAN como PRD sufran desbandada de militantes hacia el mismo Morena e incluso al PRI, porque igual y los panistas optarían por irse con el revolucionario institucional y no con la izquierda amarilla.
Como ocurre durante cada proceso de elección, viene lo más pesado para los partidos: asignar las candidaturas, ahí suelen perder un gran porcentaje de sus bases, dado que no siempre se usan los métodos más transparentes y democráticos para la selección y entonces surgen las inconformidades y fuga de capital humano. Sostenemos que esta vez no será diferente y vemos los primeros signos de esa naturaleza en la mayoría de las instituciones, así que pronosticamos fuertes reacomodos, a ver a quien le va mejor en esa batalla.