Para algunos, fue un derroche y una celebración de poco sentido porque consideran que México y Morelos no pasan por sus mejores momentos, sobre todo en materia de seguridad y justicia, y seguimos siendo altamente vulnerables y hasta dependientes de naciones militar y económicamente poderosas como los Estados Unidos. Pero de cualquier manera, aquellos que lucharon contra la esclavitud no son responsables de que las siguientes generaciones no hicieran lo que les correspondía.
Por ello, estimamos que era una obligación ponderar las acciones de hombres y mujeres que hicieron historia, cambiaron el destino de la patria y sentaron las bases para la integración de un nuevo sistema de gobierno que desde luego sigue siendo perfeccionable y mucho.
La fiesta transcurrió en paz
No obstante, hay que destacar que salvo pequeños inconvenientes en algunos lugares del territorio nacional la fiesta concluyó en paz. Cada nivel de autoridad, en la medida de sus posibilidades, realizó un esfuerzo por dar más realce a éste que ha sido el bicentenario y que tocó a las presentes generaciones recordarlo.
Tendrán que pasar otros 100 años. Niños, jóvenes y adultos de hoy ya no podremos participar; serán nuestros sucesores los que hagan lo propio en el tricentenario. De ahí que ciertamente era una fecha memorable para entender que mucho de lo que hoy tenemos y podemos disfrutar, se lo debemos en gran medida a aquellos mexicanos que con valor enfrentaron al enemigo y tras cruentas batallas consiguieron desterrarlo para poder definir por cuenta propia el destino y gobierno que queremos y necesitamos.
El evento más vigilado
Pero precisamente debido a tantos inconvenientes vividos en los últimos años y meses, no sólo en el resto de la república sino también en Morelos, han sido los festejos más vigilados de que se tenga memoria, en particular el que efectuó el gobierno del estado.
Desde temprana hora del 15, todos los accesos que confluyen a Plaza de Armas fueron cerrados al tráfico vehicular y restringido al acceso peatonal. El zócalo capitalino debió ser objeto de medidas muy sofisticadas y técnicas en materia de seguridad y prevención.
Detectores de metal, cámaras de videovigilancia, un centro de operaciones y recepción de imágenes en Palacio de Gobierno, en el salón Mariano Matamoros.
Ahí, se reportaba cualquier suceso considerado de riesgo y era transmitido a las instancias competentes para que se actuara de inmediato si era conveniente. A 100 metros de distancia de Palacio, cualquiera era visto con mucha claridad.
Pero no sólo era cuestión tecnológica. Cientos de elementos policiacos de todas las corporaciones, sumado el ejército en número considerable y helicópteros volando a media altura, complementaron el gran operativo que por fortuna dio los resultados previstos: las instancias públicas reportaron un saldo blanco en esos dos días de gran entusiasmo popular.
Sin mayores contratiempos, el gobernador Marco Adame Castillo pudo dar el tradicional grito de la noche del 15 y presidir el desfile de ayer con buena parte de su gabinete de primer nivel.
Hay que destacar que a diferencia de lo que pasó a nivel central en Cuernavaca, en los municipios el ambiente fue otro: mucho más relajado y de convivencia cercana entre conciudadanos.
Los sistemas de vigilancia eran los tradicionales; no se requirió de esquemas extraordinarios y mucho menos condicionar el acceso a los sitios donde se desarrollaron los eventos. Por el contrario, pudimos ver que en provincia se puede vivir todavía en condiciones de mayor libertad y civilidad que en las ciudades grandes.
Nos queda ahora el festejo del centenario, mucho más nuestro que de otras entidades porque Emiliano Zapata protagonizó en estas tierras sus principales acciones de combate al monopolio en la propiedad de la tierra de cultivo.